Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 343
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Capítulo 343:
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Frederick frunció el ceño, desconcertado. ¿El primer amor de Freya? La idea de que Freya pudiera haber tenido un romance en el pasado lo desconcertaba profundamente. Entrecerró los ojos, con incredulidad grabada en el rostro, y preguntó: «¿Cuándo exactamente mencionó Freya que había tenido un primer amor?».
Al oír esto, las emociones de Kristian se agitaron caóticamente. Insistió, con una mezcla de curiosidad y molestia en la voz. «¿Y qué hay de Charlie?».
La respuesta de Frederick estuvo cargada de sorpresa. —¿Charlie? ¿Quién demonios es ese?
Su cautela era palpable; no quería hacer afirmaciones sin fundamento. Lo de un primer amor y alguien llamado Charlie era nuevo para él. ¿Era posible que Freya se hubiera inventado historias tan elaboradas?
Kristian se dio cuenta de repente de por qué se le revolvió el estómago al ver a Trent con Freya, pero solo sentía molestia cuando Frederick estaba con ella. Para Freya, Trent era más que un simple amigo; él conocía sus historias más íntimas sobre su primer amor y Charlie, historias que eran un misterio para Frederick.
—¿Puedes aclararme la relación de Trent con Freya? —preguntó Kristian una vez más, con un tono de urgencia en la voz.
—Son solo buenos amigos —explicó Frederick, pensando cuidadosamente sus palabras—. Han crecido juntos, sus familias están unidas. Su amistad es sincera y duradera.
—Devuélvele el teléfono —ordenó Kristian con tono autoritario.
Gerard obedeció y le devolvió el teléfono. Kristian estaba de mal humor y le despidió con un gesto frío. —Ya puedes irte.
—¿Eh? —Frederick frunció el ceño, confundido. ¿De verdad le estaba despidiendo así, sin más?
Gerard, siempre diplomático, le hizo un sutil gesto con la cabeza a Frederick, instándole a que se marchara.
A regañadientes, Frederick se dio la vuelta para marcharse, mirando atrás con incredulidad cada pocos pasos, tratando de entender el inesperado comportamiento de Kristian. Sin embargo, el alivio de no tener que enfrentarse más a interrogatorios ni amenazas pareció levantarle el ánimo, y sus pasos se hicieron más ligeros.
Después de acompañar a Frederick fuera, Gerard regresó a la oficina de Kristian. Una fuerte corazonada lo invadió; sentía que Kristian tenía algo serio en mente. Y tenía razón.
Cuando Gerard entró en la oficina, Kristian le expuso rápidamente sus planes. —Prepáralo todo para dentro de dos días. El día cinco partimos hacia Alerith.
—¿A Alerith? —repitió Gerard, con un deje de sorpresa en la voz.
Kristian se recostó en la silla y entrecerró los ojos. —Ya no tengo por qué preocuparme por Jeucwell. Nuestra sucursal en Alerith necesita más atención —declaró.
Gerard respondió con un gesto de asentimiento. ¿Alguien se creería realmente un pretexto tan endeble? Al fin y al cabo, las operaciones importantes en Alerith siempre habían estado bajo el estricto control de Kristian. Ya fuera Jeucwell, Alerith o cualquier otra empresa internacional, las filiales del Grupo Shaw habían prosperado sin necesidad de ninguna interferencia manifiesta.
«¿No quieres venir?», preguntó Kristian, con un tono de preocupación en la voz al notar el prolongado silencio de Gerard.
De entre todos los secretarios y asistentes, Gerard era siempre con quien Kristian se sentía más cómodo. Sin embargo, no iba a presionar a Gerard para que lo acompañara a Alerith si no quería hacerlo. Con un profundo suspiro que confirmaba sus temores, Gerard finalmente habló. —Soy tu asistente. Voy donde tú vayas.
—No nos andemos con rodeos —dijo Kristian, yendo directo al grano.
Gerard frunció ligeramente el ceño, con evidente preocupación. —No encajo en Alerith y, además, el coste de la vida allí es exorbitante.
—No te preocupes, te regalaré un apartamento cuando lleguemos —le aseguró Kristian con un gesto decidido.
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