Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 339
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Capítulo 339:
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Freya, sintiendo su inquietud, leyó sus pensamientos tácitos. Le ofreció una pequeña sonrisa tranquilizadora. —Vivien es diferente a esa persona. Yo noto la diferencia.
Hugh se quedó desconcertado, con las emociones a flor de piel. Las palabras de Freya calaron en él y, con eso, ella se dirigió escaleras arriba, ajena a la tensión que se respiraba en la habitación.
—¿Tu hermana quería decir lo que creo que quería decir? —preguntó Hugh, con voz teñida de incertidumbre.
Ethel asintió. —Sí.
Freya entendía que las acciones de Vivien estaban influenciadas por Edwin, no por Cheryl. No culparía a Cheryl por los errores de Vivien. Después de un relajante baño de burbujas para aliviar el cansancio del día, Freya se metió en la cama.
Momentos después, sonó su teléfono.
Al ver el nombre de Frederick en la pantalla, respondió: «¿Hola?».
«¡Ayuda!», gritó Blake con voz ronca y desesperada a través del teléfono.
Freya se quedó rígida, dándose cuenta de que no se trataba de una broma. «¿Qué ha pasado?», preguntó con tono preocupado.
Lo primero que pensó fue que Frederick podría haber sido secuestrado por sus enemigos.
Pero como esos enemigos no conocían su verdadera identidad, se relajó un poco. Mientras no fueran criminales despiadados, la situación podría no ser tan grave.
—Me han secuestrado. ¡Ven a salvarme! —La voz de Frederick se quebró por el pánico.
Freya se apoyó en la cabecera de la cama y arqueó una ceja. —Gritas muy fuerte, ¿no te preocupa que te oigan los secuestradores?
—Está justo a mi lado.
—¿Te ha quitado el teléfono?
—No, lo tengo yo.
—Dile que active el altavoz y hablaré con él.
Frederick le pasó el mensaje. —Freya quiere que enciendas el altavoz.
El supuesto «secuestrador» obedeció y activó el altavoz.
—Freya, lo ha encendido —confirmó Frederick.
Freya se pasó una mano por el pelo aún mojado y se puso seria al dirigirse a la persona al otro lado. —¿Eres tú, Kristian?
Los ojos de Frederick se abrieron como platos, sorprendido.
¿Cómo lo había adivinado?
Se volvió para mirar al hombre trajeado, que permanecía impasible y distante, con una expresión indescifrable.
La mirada de Kristian se intensificó al reconocer: —Soy yo.
—¿Quieres dinero?
—Quítame de tu lista negra.
Freya se quedó en silencio, desconcertada.
Había barajado muchas posibilidades, pero nunca esta.
Con el teléfono en la mano, preguntó con tono tranquilo: «¿Vale la pena cometer un delito por eso?».
«¿He cometido yo un delito?», respondió Kristian a la defensiva. «¿No has secuestrado tú a Frederick?».
«Se ofreció voluntario».
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