Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 334
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Capítulo 334:
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Era una conversación que tenía que tener lugar.
Eran las ocho y media cuando Hugh finalmente dejó el tenedor, dando por terminada la cena.
Freya había comido, pero no había hecho mucho más. Como el cocinero había terminado su jornada, le pareció lógico ayudar a limpiar.
Pero antes de que pudiera moverse, Hugh se levantó y retiró los platos de la mesa. —Ve a ver la televisión con Sheila. Yo me encargo de esto —insistió Hugh.
Freya no discutió. Él estaba decidido y ella le dejó hacer. En el sofá, Ethel picaba fruta y miraba a Freya con los ojos entrecerrados por la curiosidad. —Mina, ¿qué secreto tenéis papá y tú que yo no sé? No me despistes con un «eres muy joven», que ya casi tengo veinte años.
—Te lo diré más tarde —respondió Freya, esbozando una leve sonrisa. Las dos se sentaron juntas en el sofá, una absorta en la televisión y la otra contemplando en silencio la conversación que estaba por venir.
Quince minutos más tarde, Hugh regresó, habiendo terminado de limpiar. Se acomodó en un sofá individual y se volvió hacia Freya, con voz suave. —¿De qué querías hablar?
«Voy a enviar a Edwin Newman a la cárcel», dijo Freya sin rodeos, con palabras que sonaron como una declaración tranquila. «Si todo sale según lo previsto, le condenarán a entre diez y veinte años».
Hugh y Ethel se miraron sorprendidos y luego exclamaron al unísono: «¿Eso es todo?».
Freya frunció el ceño. ¿No era algo que le importaba a Hugh?
—Haz lo que tengas que hacer —la tranquilizó Hugh con voz firme—. No te preocupes por eso.
Freya sintió que se le quitaba un peso del pecho. —De acuerdo.
—¿Algo más?
—No.
—Ah, vale —respondió Hugh simplemente.
La conversación siguió su curso, breve e intermitente.
Ethel suspiró, observando el intercambio.
Su padre, un maestro de la labia en el mundo de los negocios, parecía no saber qué decirle a su hermana.
—Papá, ¿no dijiste que te encargarías de Kristian en la fiesta de cumpleaños de Lionel en Jeucwell el día 15? —insistió Ethel, tratando de encontrar otro tema.
—¿Has pensado cómo lo vas a hacer?
Hugh dudó y miró a Freya.
Ethel se dio cuenta del cambio. —¿Por qué miras a Mina cuando te he hecho una pregunta a ti?
Hugh se quedó paralizado, nervioso. Ethel estaba siendo deliberadamente provocativa.
—Apuesto a que no puedes manejarlo —dijo Ethel, con tono repentinamente serio.
—¡Imposible! —replicó Hugh, instintivamente a la defensiva.
Ethel sonrió con picardía.
Freya miró hacia allí y Hugh sintió una breve punzada de pánico.
No había conseguido intimidar lo suficiente a Kristian. Su hija no pensaría que le faltaba autoridad como padre, ¿verdad?
La idea le inquietó y se encontró deseando poder reescribir la historia, imponerse con más eficacia en ese momento.
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