Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 33
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Capítulo 33:
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«Me pregunto si el Sr. Seymour lo sabe».
El aire se volvió cristal, frágil, a punto de romperse.
Si Freya y Trent eran más que amigos, este era el momento en que la verdad saldría a la luz.
—Sabía que mi querido amigo estaba casado. —Trent se acomodó en el sofá, ajustándose las gafas de montura dorada con deliberada calma—. ¿Pero contigo? Eso es… inesperado.
Freya le lanzó una mirada. Su tono meloso le provocó un escalofrío. ¿A qué estaba jugando?
Los ojos de Trent se posaron en ella, como diciendo: «Te cubro las espaldas». Apenas pudo reprimir un suspiro.
Kristian también lo captó: esa familiaridad, esa audacia.
Nunca se había dado cuenta de que Trent y Freya eran tan íntimos.
Felipe se levantó de repente y le ofreció su asiento con exagerada cortesía. —Ha sido un error por mi parte no reconocerla antes. Este es su sitio, por favor, siéntese.
—No es necesario.
—No hace falta.
Kristian y Freya hablaron al unísono, con voces que eran como dos cuchillas heladas.
—¿Qué pasa entre vosotros dos? —insistió Felipe, con los ojos muy abiertos, teatralmente—. ¿Habéis tenido una pelea?
La mirada de Kristian podría haber derretido el acero.
Felipe fingió no darse cuenta.
—Habla tú con ellos. —Freya no tenía ningún interés en seguir discutiendo con Kristian. Se volvió hacia Trent. «Voy al baño».
«De acuerdo», accedió Trent, con un tono rebosante de amabilidad.
La escena quemó las retinas de Kristian. Su intimidad natural le hizo sentir como un intruso.
«¿Cómo conoció a la esposa de Kristian, señor Seymour?», preguntó Felipe, removiendo su bebida.
Trent dudó.
Quería decir que eran amigos de la infancia, que tenían vínculos familiares, pero la advertencia de Freya resonaba en su mente. No podía revelar su identidad.
Su pausa se prolongó un segundo demasiado.
Kristian lo malinterpretó al instante. Fuera cual fuera su primer encuentro, debía de haber sido… comprometedora. La temperatura de la habitación se desplomó.
—Si es algo delicado, olvida que lo he preguntado —rió Felipe, sirviendo las bebidas que acababan de llegar—. ¡Brindemos! No es habitual que nos reunamos así.
La conversación avanzó con dificultad hasta que Freya regresó. Todas las miradas se posaron en ella.
Había hecho lo que había venido a hacer. —Me voy —anunció—. Quédate si quieres.
—No te apresures —la detuvo Felipe—. Vete más tarde con Kristian.
—No —respondió Freya con rotundidad.
—Quédate un rato más —añadió Trent.
Freya se quedó en silencio, pero no se marchó.
Kristian apretó el vaso con tanta fuerza que se le pusieron los nudillos blancos y las costillas se le contrajeron por la furia que sentía en el pecho.
—Freya ha dicho que te vas a divorciar —preguntó Trent, con una pregunta que fue como un bisturí para los nervios de Kristian—. ¿Es cierto?
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