Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 326
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Capítulo 326:
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—Él —respondió Freya simplemente, con unas palabras que quedaron suspendidas en el aire como una bofetada.
Vivien sintió como si le hubieran abofeteado la cara con una verdad fría y dolorosa. Le ardían las mejillas de vergüenza. ¿Qué relación había entre esta mujer y Hugh? ¿Cómo sabía eso?
—Se casaron hace mucho tiempo —soltó Vivien, mintiendo con toda la seguridad de alguien que intenta vender un reloj roto como el último modelo.
—Aunque fuera así —respondió Freya con frialdad, sin alterar el tono de voz—, sin mi permiso no podrías entrar en el Grupo Briggs. Ni siquiera en sus filiales.
—¿Quién te crees que eres para decir eso? —El corazón de Vivien dio un vuelco. La actitud tranquila y serena de Freya le provocó un escalofrío de duda. Una extraña inquietud la carcomía por dentro.
—Porque soy la asesora de inversiones del Grupo Briggs —dijo Freya con tono seco, asestándole un golpe silencioso—. Contratar empleados forma parte de las inversiones del Grupo Briggs, y yo tengo autoridad para supervisarlo.
Vivien hervía, su frustración burbujeaba hasta el punto de que sentía que podía explotar.
Freya, imperturbable ante la mirada furiosa que le dirigían, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Vivien sumida en su propia frustración mientras se dirigía hacia Alan.
Justo cuando Freya se acercaba a la oficina del presidente, vio a Alan apoyado casualmente en la esquina del pasillo.
Él abrió los brazos y esbozó una sonrisa juguetona. —Ven aquí. Déjame darte un abrazo. No llores.
Freya se quedó sin palabras por un momento. Pasó junto a él y se dirigió directamente a la oficina, murmurando: —¿Por qué creías que estaba llorando? Está claro que era Vivien la que estaba a punto de llorar, no yo.
—Ya basta —dijo Alan, alcanzándola y entrando en la oficina justo detrás de ella—. No tienes que fingir delante de mí. ¿Crees que no sé que te molesta la relación del tío Hugh?
—Él eligió estar con ella, y eso no tiene nada que ver conmigo —respondió Freya con frialdad, con una voz tan afilada como una navaja.
Alan vio el muro que ella había construido a su alrededor y, aunque no insistió, lo entendió. Todos tenían sus propias razones, sus propias heridas ocultas.
—Más tarde, envía un aviso a Recursos Humanos. Si ven el nombre de Vivien Garza en alguna solicitud, deben rechazarla inmediatamente —ordenó Freya, con tono firme y definitivo—. Si el presidente pregunta, dile que fue decisión mía.
Alan esbozó una sonrisa cómplice y sus ojos brillaron con diversión.
Freya le lanzó una mirada desconcertada. —¿Por qué te ríes? —preguntó, levantando una ceja.
—Por referirte a él como «el presidente» —bromeó él, dándole un golpecito en la frente—. No tienes por qué ser tan formal con él.
Freya no respondió. Sabía que Hugh había sido bueno con ella y con Ethel, pero le había fallado a su madre, y eso era algo que Freya no podía perdonarle.
«¿Hemos tenido algún trato con Shaw Group últimamente?», preguntó, cambiando rápidamente de tema.
«Sí, lo hemos tenido», respondió Alan, centrándose en el asunto que les ocupaba. «Hay un proyecto de robótica con IA en fase de negociación. ¿Quieres encargarte de él?».
—Déjame echarle un vistazo —dijo Freya, activándose su instinto profesional.
Solo unas pocas personas, entre ellas Hugh, Ethel, algunos amigos íntimos y su asistente, sabían de su breve matrimonio y divorcio de Kristian. Alan no era uno de ellos.
Alan le pasó los detalles del proyecto y, tras echarles un vistazo, Freya asintió y le quitó los documentos. —Yo me encargo de esto.
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