Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 31
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 31:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Estuvo a punto de replicar que Freya no era de las que se preocupaban por el dinero, pero una pizca de duda lo detuvo, atormentado por sus recientes peticiones. Su humor se agrió aún más, y la irritación que le picaba bajo la piel le hacía cada vez más difícil saborear la comida. De vez en cuando, sus ojos se desviaban hacia la puerta de la sala privada, atraídos por una inquietante expectación que no podía quitarse de encima. Si Freya realmente tenía algo que ocultar sobre su relación con Trent, ya habría dado alguna explicación. En cambio, habían pasado treinta largos minutos sin que ella dijera una palabra, lo que alimentaba su inquietud.
Con un suspiro, tomó otro sorbo distraído de su copa, con los pensamientos dando vueltas en su cabeza.
Al otro lado de la mesa, Felipe y Zander intercambiaron miradas, muy conscientes de la tensión que irradiaba Kristian.
A medida que el silencio se prolongaba, la atmósfera se espesaba con palabras no dichas hasta que Felipe no pudo soportar más el ambiente cargado. Se levantó, metiendo casualmente una mano en el bolsillo, y su voz rompió el silencio. —Vamos a saludar a los vecinos.
—¡No! —La voz de Kristian fue tajante, un rechazo rotundo que quedó suspendido entre ellos. Freya era la que tenía motivos para sentirse culpable y acercarse a él.
Intuyendo el orgullo herido y la postura obstinada de Kristian, Felipe insistió con tono suave y persuasivo: «Trent ha viajado desde Alerith hasta Jeucwell; ¿no deberíamos al menos saludarlo?».
Hubo un momento de vacilación, un destello de conflicto en el rostro de Kristian antes de que la mano de Zander se posara tranquilizadora en su hombro. «Vamos».
Encontrando una razón decente, Kristian se levantó de su asiento y los siguió.
Los tres eran muy atractivos, altos y con una presencia imponente que hacía que todos se volvieran a mirar cuando pasaban. Por suerte, la exclusividad del restaurante solo para socios les proporcionaba cierta privacidad frente a miradas indeseadas.
Codo con codo con Zander, Kristian dejó el sutil arte de las presentaciones a Felipe, que era especialmente hábil en tales sutilezas sociales.
Felipe se acercó a la puerta con paso seguro y llamó con destreza, esperando el suave sonido de aprobación desde el interior antes de entrar.
Su aguda mirada recorrió rápidamente la sala, deteniéndose brevemente en Freya antes de posarse cálidamente en Trent con una amplia sonrisa.
—¡Señor Seymour, qué placer inesperado encontrarle aquí, en Jeucwell! —exclamó con entusiasmo genuino.
—Me halaga, señor Yates —respondió Trent, con tono cortés, mientras se limpiaba los labios con una servilleta.
—Y ella debe de ser… —La voz de Felipe se apagó de forma seductora al volver la mirada hacia Freya, dejando la frase en el aire.
Sin embargo, Freya prefirió permanecer en silencio.
Durante sus dos años de matrimonio, Kristian nunca había presentado oficialmente a Freya a su círculo de amigos, aunque ella los había visto brevemente en varios eventos sociales.
Le costaba creer que Felipe realmente no supiera quién era ella.
—Solo una amiga —respondió Trent encogiéndose de hombros.
—Señor Seymour, ¿les importaría si nos acompañamos? —preguntó Felipe con audacia, con los ojos brillantes de expectación—. Sería un placer conocernos.
—Hoy no es un buen día —respondió Trent con una sonrisa cortés, manteniendo su compostura—. Quizás en otra ocasión podamos compartir una agradable comida juntos.
Su negativa fue tan rotunda que Felipe, incapaz de insistir, lanzó una mirada inquisitiva a Freya.
.
.
.