Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 308
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 308:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
«¿Qué?», preguntó Trent, intrigado.
«Bloquear toda su información de contacto», dijo Freya, moviendo rápidamente los dedos por la pantalla. «Para cortar los lazos con el pasado».
Trent dudó, visiblemente sorprendido por las palabras de Freya.
Después de reflexionar un momento, respondió: «Romper completamente con él es imposible. No solo hay acuerdos entre el Grupo Briggs y el Grupo Shaw, sino que si Kristian se entera de que le has revelado tu verdadera identidad a su abuelo y no le has dicho nada a él, podría perseguirte aún más agresivamente».
—Él no se comportaría así —replicó Freya, borrando rápidamente el contacto de Kristian—. Nunca hubo ningún tipo de afecto entre nosotros.
Para él, su relación había sido simplemente una cuestión de compatibilidad.
Una sonrisa cómplice se dibujó en los labios de Trent, cuyo tono insinuaba algo más. —Quizá eso no sea del todo cierto.
Freya lo miró, con expresión de desconcierto. ¿Qué estaba insinuando?
Trent decidió no responder y se concentró en conducir rápidamente hacia el aeropuerto.
Durante el trayecto, Freya echó un vistazo por encima del hombro hacia el asiento trasero y se tranquilizó al ver que su ordenador portátil y los documentos importantes estaban a salvo con Trent.
Mientras tanto, cuando Kristian llegó a la finca familiar para reunirse con Lionel, el mayordomo le dijo que Lionel se había ido con unos amigos y que no volvería hasta dentro de varios días.
Kristian era consciente de que su abuelo estaba descontento con él por haber puesto fin a su matrimonio con Freya, pero no se inmutó. Estaba convencido de que era solo cuestión de tiempo que descubriera la verdad sobre Freya, así que decidió que lo mejor era marcharse.
Esa noche, regresó a su villa.
Aunque la soledad era su compañera habitual allí, esa noche la extensa villa parecía inusualmente desolada, desprovista del más mínimo eco de calidez. Frunció el ceño, luchando contra una irritación persistente que se aferraba a él como una sombra obstinada.
Perdido en sus pensamientos, deambuló por las habitaciones y, sin darse cuenta, se encontró en la habitación que Freya había ocupado. Sus efectos personales ya no estaban allí; solo quedaban los artículos variados que había comprado durante sus impulsivas jornadas de compras.
Al examinar cada pieza, podía imaginar su expresión mientras las elegía y la forma en que lo miraba. Estaba atrapado en esos recuerdos, incapaz de escapar de la inquietante atracción del pasado.
Los recuerdos perduraron durante dos horas hasta que el agudo sonido del teléfono de Gerard rompió su ensimismamiento.
Sobresaltado por su propio sentimentalismo, Kristian salió abruptamente de la habitación, con el rostro como una máscara de inquietud teñida de frustración, su ego negándose a ceder.
¿Qué demonios estaba haciendo? Un divorcio era solo eso, un divorcio; no había motivo para tratarlo como si fuera el fin del mundo. Ella no poseía ninguna virtud, su único talento era su extraña habilidad para provocar su ira.
Disipando las nubes de frustración que aún persistían, finalmente respondió a la insistente llamada de Gerard, con el teléfono pegado a la oreja.
La villa estaba inundada de una luz brillante, como burlándose de la oscuridad de la noche, pero allí estaba Kristian, una figura solitaria en el pasillo del segundo piso, envuelta en un profundo aislamiento que parecía separarlo por completo del mundo exterior.
—¿Señor Shaw? —volvió a llamar Gerard, con la voz resonando ligeramente, testimonio del inquietante silencio al otro lado de la línea. Los ojos de Kristian estaban fijos en el sofá de abajo, perdido en una visión de Freya recostada allí, absorta en sus series de televisión favoritas.
Cuando la voz de Gerard volvió a romper su ensimismamiento, la respuesta de Kristian fue fría y distante. —Sí, ¿qué pasa?
.
.
.