Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 305
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Capítulo 305:
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Además, Kristian tenía un aura que pocos podían imitar.
Mientras reflexionaba sobre estos pensamientos, Freya entró en la sala de estar y vio a Kristian sentado en el sofá, esperándola.
Llevaba un traje elegante y bien cortado, con algunos mechones de pelo cayéndole sobre la frente, lo que le daba un toque encantador y natural a su aspecto.
Al ver a Freya, cogió la carpeta y dijo: «Vamos».
«Bien», respondió Freya con una simple palabra.
Ambos se subieron al coche. Liam se quedó en la puerta, mirándolos marcharse. Una vez que el coche desapareció de su vista, sacó su teléfono y envió un mensaje de texto a su familia.
«Se han ido a divorciarse».
Los tres destinatarios leyeron el mensaje con una mezcla de emociones, pero finalmente aceptaron la realidad.
Decidieron no interferir en la relación de Kristian.
El coche se dirigió hacia el juzgado, con Freya al volante y Kristian en el asiento del copiloto. Ninguno de los dos habló durante el trayecto.
El trayecto desde la casa de Kristian hasta el juzgado duraba una hora. Kristian sostenía la carpeta en la mano y miró de reojo a Freya, dándose cuenta de que parecía más tranquila de lo habitual. —¿No hay vuelta atrás? —preguntó él. No especificó a qué se refería, pero Freya lo entendió.
—No hay vuelta atrás —respondió ella simplemente.
—Gerard ha transferido el dinero y la villa en las afueras ahora está a tu nombre. El superdeportivo más caro está en el garaje de esa villa —dijo Kristian con voz firme, aunque sus ojos se oscurecieron.
—De acuerdo —respondió Freya.
—El código de entrada a la villa es tu fecha de nacimiento. Las llaves del coche y las llaves de repuesto de la villa están en el buzón de fuera, con el mismo código —continuó Kristian.
Freya asintió con la cabeza. —De acuerdo.
—Las otras llaves están en la bandeja de llaves de la entrada de la villa —añadió Kristian.
Freya se mantuvo firme en su respuesta. «De acuerdo».
En cuanto pronunció esas palabras, Kristian apretó la carpeta con fuerza, como si fuera un tornillo de banco. No podía identificar las emociones que bullían en su interior. Sentía como si algo vital se le escapara de las manos, destinado a desaparecer para siempre.
«Freya», la llamó con una voz teñida de una suavidad desconocida.
Freya se detuvo en el semáforo. Su mirada seguía tranquila y serena. —¿Sí?
—Siento lo que pasó antes —comenzó Kristian, con una voz sorprendentemente firme, como si no esperara que las palabras salieran de su boca—. Averiguaré quién te atacó y quién te tendió la trampa en el hotel.
—No es necesario —respondió Freya, con tono indiferente—. El pasado quedará borrado una vez que estemos oficialmente divorciados.
No se detuvo en lo que ya había pasado. Ya fueran heridas del pasado o momentos fugaces de ternura, todo quedaría en el pasado una vez que se formalizara el divorcio.
—Si alguna vez te encuentras en problemas, puedes acudir a mí —le ofreció Kristian, con un atisbo de esperanza en la voz.
La respuesta de Freya fue tranquila e imperturbable. —No es necesario.
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