Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 298
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 298:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Mientras tanto, Kristian encendió las luces del salón, proyectando un frío resplandor a través de la casa a oscuras. Sus pasos resonaron con fuerza al comenzar a subir las escaleras.
El ruido rítmico de sus zapatos de cuero era el único sonido en la villa, por lo demás en silencio.
Felipe, ahora completamente despierto, se agarró con más fuerza a las mantas, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho.
Oh, no.
¿De verdad había un fantasma en la casa?
El sonido de los pasos que se acercaban se hizo más fuerte, cada uno como un martillazo en sus nervios.
El sonido de los golpes en la puerta hizo que Felipe se estremeciera. Se repitió, cada golpe más fuerte que el anterior. Encendió las luces al máximo y se vistió rápidamente, con las manos temblorosas. Se acercó a la puerta con cautela, con pasos lentos y deliberados.
Afuera, Kristian, impaciente por los prolongados golpes, puso la mano en el pomo de la puerta.
Por pura coincidencia, Felipe hizo lo mismo desde dentro.
Antes de que Felipe pudiera ejercer presión, sintió que el pomo giraba por sí solo.
Una ola de frío lo invadió. ¿Qué estaba pasando? ¿Podría ser realmente un fantasma?
La puerta se abrió con un suave clic, como anunciando una llegada siniestra.
Felipe retrocedió rápidamente y cogió la almohada de la cama.
Si un fantasma se atrevía a entrar, le lanzaría la almohada.
En un instante, la puerta del dormitorio se abrió de par en par.
Y allí estaba Kristian, su alta figura recortada contra la luz del pasillo.
Felipe, ahora completamente despierto y agarrando la almohada como un escudo, se quedó paralizado, con el corazón latiendo a mil por hora. Kristian frunció ligeramente el ceño al verlo. Su voz, tan fría y autoritaria como siempre, rompió la tensión.
—Si estabas despierto, ¿por qué no has abierto la puerta?
Felipe parpadeó y su postura rígida se relajó en un instante.
—¿Kristian? —susurró, sintiendo de repente que las piernas le temblaban.
Kristian no entró, sino que se quedó en la puerta, con expresión impenetrable.
—Sal. Tenemos que hablar.
Demasiado agotado para discutir, Felipe siguió en silencio a Kristian escaleras abajo, con la mente ya dando vueltas a mil preguntas sin respuesta.
Felipe se dejó caer en el sofá, todavía somnoliento y asustado, y le preguntó a Kristian con irritación: «¿Por qué me asustas a estas horas?».
«¿Asustarte?», Kristian estaba desconcertado por la queja.
«¿Por qué estás aquí?», cambió de tema Felipe mientras bostezaba. «No habrás venido a lamentarte por tu divorcio, ¿verdad?».
«Por esto». Kristian extendió una pequeña carta de juego.
En cuanto Felipe lo vio, su somnolencia desapareció y una sonrisa pícara apareció en su rostro.
—Gerard me dijo que le dijiste que viniera a verte si tenía curiosidad por saber cómo había llegado la carta de Freya a tu casa —dijo Kristian, con la mirada fija en Felipe.
Felipe asintió con indiferencia. —Sí, es cierto.
.
.
.