Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 268
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Capítulo 268:
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Este recuerdo provocó una chispa de irritación en Kristian, lo que le llevó a guardar silencio.
—Saca a tu mujer de aquí —exigió Felipe—. Asegúrate de que no se entrometa en mis asuntos, o me encargaré de que sufra las consecuencias.
Mientras Felipe pronunciaba este ultimátum, la mirada de Freya se clavó en la de Kristian, en un claro desafío para que intentara detenerla.
Kristian dudó, en conflicto.
Siempre había evitado involucrarse en los problemas de los demás, prefiriendo esperar junto al vehículo hasta que Freya concluyera sus asuntos.
No sentía ningún cariño por Farrah. Sin embargo, al presenciar la situación, finalmente comprendió el origen del conflicto de Freya con Felipe, cuyas acciones habían traspasado claramente los límites aceptables.
—Señora Briggs —llamó un médico, saliendo con Farrah—. Hemos vendado la herida de la señora Welch. Debido a su embarazo, no hemos podido administrarle ningún medicamento.
Freya examinó la herida vendada con aire crítico. —Hmm, ¿Cuánto va a costar?».
«No… por favor, no se preocupe por el pago», respondió rápidamente uno de los médicos.
Aunque este hospital era propiedad privada del Grupo Yates, todos los médicos habían obtenido sus títulos tras años de rigurosa formación.
Al haber escuchado fragmentos de la conversación anterior, se dieron cuenta de que si Freya emprendía acciones legales contra el Grupo Yates, su futuro profesional estaría en peligro.
La mirada de Felipe se ensombreció al notar el vendaje que rodeaba el cuello de Farrah, y su mano se detuvo en medio del movimiento en su bolsillo. «¿Qué le ha pasado en el cuello?».
«Amenazó con autolesionarse si alguien se acercaba y se cortó accidentalmente», explicó el asistente con naturalidad. «Cuando el personal de seguridad le confiscó el cuchillo, le rozaron la piel sin querer».
«¿En qué estabas pensando?». El corazón de Felipe se encogió mientras hablaba. «¿No te dije explícitamente que tuvieras cuidado?».
La idea de lo que podría haber pasado si la hoja hubiera penetrado más profundamente le hizo sentir un escalofrío recorriendo su espalda.
El asistente permaneció en silencio, sabiendo que soportar la ira de su jefe era su única opción.
«Ya no hay necesidad de seguir con esta farsa», dijo Farrah, con los ojos reflejando un vacío emocional mientras miraba a Felipe como si fuera un extraño. «¿Mi muerte no te aliviaría?».
Por primera vez, una inquietante incomodidad se apoderó de Felipe, haciendo que su voz titubeara. «Solo te pedí que abortaras, no que sufrieras».
La mirada de Farrah se volvió fría. ¿Acaso interrumpir un embarazo no era sufrir?
«Lo creas o no, te sugerí que abortaras porque me preocupas», insistió Felipe, sabiendo que era su última oportunidad para hablar. «Llevar este embarazo a término podría poner en peligro tu vida».
Si no fuera por esa grave preocupación, nunca la habría presionado. Aunque el niño no fuera biológicamente suyo, seguiría llamándole «padre». Freya percibió la…
La renuencia de Freya a involucrarse con Felipe la llevó a intervenir en nombre de Farrah. «Si tu preocupación por ella fuera sincera, no la estarías presionando para que abortara».
«¿Qué te importa a ti?», Felipe sintió que Freya se estaba entrometiendo innecesariamente y replicó: «Si le pasa algo a Farrah, tú tendrás que afrontar las consecuencias».
«Felipe». La voz de Kristian rompió la tensión, con sus rasgos afilados transmitiendo una advertencia inequívoca.
Felipe se quedó sin palabras. ¿Qué le pasaba a Kristian? ¡Toda esta situación era culpa de su mujer!
—Farrah conoce su cuerpo mejor que tú. —Freya creía sinceramente que Felipe estaba siendo irrazonable y le desafió—: ¿Quién te ha dicho que este embarazo supone un peligro para ella?
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