Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 265
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 265:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Al ver la vacilación de Felipe, Freya sacó otra carta de su mano izquierda, esta vez un nueve de diamantes.
Felipe gritó frenéticamente: «Espera un momento».
Se retiró apresuradamente al dormitorio, primero ordenando a sus guardaespaldas que vigilaran a Freya y luego marcando frenéticamente el número de Kristian.
«¿Cuándo demonios vas a llegar?», preguntó Felipe con voz temblorosa, presa de un nuevo temor hacia Freya. El recuerdo de su destreza lanzando cartas le helaba la sangre. «Si no llegas pronto, tu mujer podría acabar conmigo».
—¿Qué ha pasado? —preguntó Kristian con voz tranquila.
—Está intentando quitarme a mi mujer —soltó Felipe sin pensar.
Kristian se quedó en silencio ante aquella absurda afirmación.
Sin embargo, pisó más fuerte el acelerador tras colgar la llamada.
Freya esperó abajo durante unos diez minutos sin que Felipe diera señales de aparecer. Justo cuando se disponía a entrar por la fuerza, su teléfono vibró en su bolsillo.
Al ver un número desconocido en la pantalla, rechazó la llamada.
La persona que llamaba insistió inmediatamente.
Freya guardó su tarjeta y respondió a regañadientes: «Hola, ¿quién es?».
«¿Eres Freya? Soy Norah Russell». La voz al otro lado sonaba agradable a pesar de la evidente ansiedad. «Tu amiga está en el hospital de South Avenue y alguien está intentando obligarla a abortar. ¿Puedes venir rápido?».
—Su nombre —exigió Freya con brusquedad.
—Farrah Welch.
Esa sola palabra dejó a Freya atónita por un momento. Rápidamente recuperó la compostura, dio las gracias a la persona que llamaba y colgó.
Antes de llegar a la residencia de Felipe, había rastreado el teléfono de Farrah hasta ese lugar, dando por sentado que ella estaba allí.
Ahora parecía que Felipe había orquestado deliberadamente ese engaño.
Freya no tenía tiempo para ajustar cuentas con Felipe. Mientras buscaba un medio de transporte, vio que se acercaba el coche de Kristian. Sin dudarlo, corrió hacia él, le pidió que le prestara el coche, le arrebató las llaves y se marchó a toda velocidad. Kristian la siguió sin hacer preguntas.
Freya no prestó atención a su presencia, arrancó el motor y se alejó de la villa.
Los guardaespaldas que observaban la escena intercambiaron miradas de desconcierto, totalmente desconcertados por la repentina partida de Freya.
Felipe exhaló aliviado cuando le informaron de su salida, creyendo que Kristian había conseguido por fin sacar a su problemática esposa del recinto. Sin embargo, su calma momentánea se hizo añicos cuando su asistente le llamó.
El asistente informó concisamente: «Señor, la señorita Russell ha llegado aquí de alguna manera, ha informado a la señora Briggs de la situación y ahora nos está impidiendo físicamente continuar. ¿Debemos continuar con el aborto?».
«¿Norah?», preguntó Felipe incrédulo.
—Sí.
El rostro de Felipe se contorsionó de rabia. ¿En qué estaba pensando Norah, creando tal interferencia en este momento crítico?
—Sáquenla inmediatamente. El procedimiento debe continuar sin importar los obstáculos —ordenó Felipe con dureza, y añadió—: Asegúrense de que Farrah permanezca emocionalmente estable.
—Entendido —respondió el asistente antes de colgar.
.
.
.