Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 252
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Capítulo 252:
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Sus guardaespaldas permanecían en silencio, con la moral por los suelos.
En medio del tenso silencio, un pensamiento desafiante pasó por sus mentes. «Si es tan capaz, ¿por qué no se encarga él mismo?». Freya, siempre perspicaz, expresó a la perfección su rebelión silenciosa. «Bueno, Felipe, si crees que son inútiles, ¿quizás deberías intervenir?». Una chispa de admiración brilló en los ojos de los guardaespaldas, resonando con su desafío.
Felipe, al percibir los intercambios esperanzados entre sus guardaespaldas, hervía de resentimiento y maldecía entre dientes.
Si Kristian no hubiera acabado con una esposa tan feroz, Felipe dudaba que estuviera lidiando con esta pesadilla.
«Teniendo en cuenta que eres la esposa de Kristian, no tengo intención de enfrentarme a ti». Intentaba desesperadamente mantener su dignidad en medio de la tensión creciente.
A su alrededor, cuatro de sus guardaespaldas yacían derrotados, inútiles en su intento de someter a Freya. Felipe sopesó sus posibilidades con frialdad. No era tan tonto como para lanzarse a una batalla perdida.
Los ojos de Freya brillaron con ferocidad y su voz fue gélida cuando replicó: «No te molestes en pensar en él. Si tienes las pelotas, ven aquí».
Si Felipe se atrevía, ella estaba dispuesta a ponerlo en su lugar por Farrah.
Felipe se quedó de pie, momentáneamente sin habla, mientras sus palabras cortaban el aire.
—Sr. Yates, por favor, no se contenga. Vaya y derróquela.
—¡Así es!
—Vamos, Sr. Yates. Solo es una mujer, puede ocuparse de ella fácilmente.
—¡Puede hacerlo!
Los vítores de los guardaespaldas, antes apagados, resonaron ahora con fuerza, envalentonando el ambiente y asegurándose de que sus voces resonaran por todo el vecindario.
Atrapado en su dilema, Felipe sabía que enfrentarse a Freya en un duelo era un camino directo hacia la humillación. Sin embargo, retirarse mancharía su reputación y podría hacer que Farrah lo viera como un cobarde.
Volviéndose hacia Farrah con una mezcla de desesperación y seriedad, intentó desviar la atención. —Farrah, ¿de verdad has decidido irte con ella? —Su voz adoptó un tono serio, buscando atravesar el caos y llegar a una resolución.
En el pasado, Farrah podría haber vacilado, presa de la indecisión sobre si Freya estaba preparada para enfrentarse a Felipe. Pero ahora, su mente estaba clara como el cristal, inundada de admiración por la destreza de Freya.
Cuando Felipe le hizo la pregunta, la respuesta de Farrah fue suave, casi indiferente. «Ya nos ocuparemos de eso más tarde. Lo importante ahora es tu duelo con Freya».
Felipe se quedó sin palabras otra vez.
La mirada de la multitud se fijó en él, con gran expectación en el aire mientras esperaban su decisión.
La voz de Farrah rompió la tensión, ligera pero con un tono desafiante. «Si tienes miedo, admite tu derrota».
Su tono, desenfadado y ligeramente burlón, pareció hechizar a Felipe, transportándolo de vuelta a su primer encuentro con aquella chica enérgica y desafiante que no podía olvidar.
««No puedo vencerla», admitió Felipe sin rodeos, decidido a no hacer el ridículo. «Pero, ¿estás segura de que quieres irte con ella?».
La mirada de Freya fue una réplica tajante y silenciosa, con los ojos prácticamente en blanco. Si no podía vencerla, mejor no molestarse en hablar.
Felipe lo comprendió y apretó los dedos en un sutil puño. —Vamos, Farrah —dijo Freya con voz tranquila pero firme mientras acompañaba a Farrah a coger su teléfono antes de salir. Nadie se atrevió a intervenir, paralizados por el miedo a recibir otra paliza.
Felipe se quedó mirando la espalda de Farrah mientras se alejaba, con las palabras enredadas en la punta de la lengua, pero sin pronunciarlas.
Los guardaespaldas intercambiaron miradas, con la tensión palpable en su postura vacilante. En cuanto las dos mujeres salieron del edificio, se volvieron hacia Felipe. «Señor Yates, ¿de verdad vamos a dejar que la señora Yates se vaya con la señorita Briggs sin siquiera intentar detenerla?».
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