Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 250
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Capítulo 250:
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Desde un lado, Felipe observaba su intercambio, con la memoria resonando con los detalles de la promesa financiera de Kristian a Freya.
Su amigo siempre dejaba el caos allá donde iba.
—Farrah, piénsalo bien —intervino Felipe, con un tono más oscuro y coercitivo—. Si decides no interrumpir el embarazo hoy, ¿quién garantiza que Freya no sufrirá un accidente de coche o una lesión grave en el futuro? —Su amenaza estaba impregnada de manipulación, un intento desesperado por influir en su decisión.
En realidad, él no sería capaz de orquestar semejantes horrores. Solo quería asustar a Farrah para que tomara lo que él creía que era la decisión correcta.
Los ojos de Farrah estaban hinchados y enrojecidos, divididos entre la duda y la incertidumbre. Se encontraba atrapada en un doloroso dilema: incapaz de renunciar a su hija, pero aterrorizada ante la idea de que Freya sufriera.
—No le hagas caso. Nos vamos de aquí —insistió Freya, tirando del brazo de Farrah con determinación mientras ignoraba la amenaza de Felipe.
Farrah permaneció clavada en el sitio, indecisa.
Freya se volvió y su mirada se suavizó, con preocupación en la voz. —¿Qué te detiene?
—Deberías salir primero, Freya…
—Ya basta, ven conmigo y piensa en tu bienestar. Las palabras de Freya tenían un tono definitivo que no admitía réplica. —Kristian no tiene ese poder, y él menos aún.
¿Acabar en un accidente de coche? ¿Sufrir una lesión grave? De ninguna manera iba a permitir que eso ocurriera.
Si fueran sus enemigos los que sugirieran medidas tan drásticas, tal vez Freya podría considerar la idea.
¿Felipe? Ni siquiera merecía la pena pensarlo.
Evidentemente, su rechazo le había molestado. La frustración de Felipe era palpable, su orgullo herido.
Insultar a Kristian era una cosa, pero ¿por qué iba a meter a Felipe en ello?
—Freya, ¿estás segura de que quieres desafiarme? —La voz de Felipe era baja, con un velado tono amenazante mientras observaba cómo ella acompañaba a Farrah con paso firme.
—Estás pensando demasiado —respondió Freya secamente, con un breve gesto de rechazo. Felipe se relajó, y la tensión que había mostrado antes se disipó al interpretar sus palabras como no conflictivas.
Se acercó a ella, su altura proyectando una sombra amenazante sobre Freya. Con una sonrisa fría, dijo: —Ya que no tienes el valor de enfrentarte a mí, te aconsejo que no te metas en mi camino.
La respuesta de Freya fue rápida y despectiva. —No eres lo suficientemente importante como para ser considerado una amenaza —replicó con un gesto indiferente, echándose el pelo hacia atrás.
Sin decir nada más, tomó a Farrah del brazo y se la llevó sin mirar atrás a Felipe.
Apretó los puños a los costados y apretó los músculos de la mandíbula en silencio mientras pensaba en su siguiente movimiento. Finalmente, con un movimiento de muñeca, ordenó a sus guardaespaldas: «Deténganlas».
La mente de Felipe hervía de frustración. ¡Tratar con Freya era absolutamente enloquecedor!
Al dar la orden, cuatro imponentes guardaespaldas rodearon rápidamente a Freya y Farrah.
—Freya… —La voz de Farrah temblaba ligeramente, con el miedo evidente en sus ojos. Imperturbable, Freya enderezó los hombros y miró fijamente a Felipe. —Si fuera tú, lo pensaría dos veces antes de empeorar las cosas —advirtió con voz firme y autoritaria.
El rostro de Felipe se endureció, su determinación inquebrantable.
Estaba decidido a retener a Farrah allí y poner fin al embarazo. La creciente amenaza que suponía el niño era un riesgo demasiado grande para Farrah, y él no toleraría que se pusiera en peligro su bienestar.
—¿Qué demonios hacéis ahí parados? —La voz de Felipe cortó el aire con autoridad inequívoca—. ¡Moveos!
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