Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 235
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 235:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
El ambiente caótico no hacía más que reflejar su discordia interior.
Justo cuando llegaron sus bebidas, una presencia no deseada ocupó el asiento contiguo.
«¡Hola! ¿Estás sola, preciosa?», preguntó un desconocido con fingida naturalidad.
«Quítate», ordenó Freya con voz deliberadamente fría.
«No seas tan dura. Solo estamos aquí para divertirnos. Tomemos una copa juntos». El hombre se acercó más y, con destreza, deslizó una sustancia en su bebida.
Freya había presenciado esa maniobra innumerables veces.
Mientras tanto, otros hombres comenzaron a reunirse a su alrededor.
La impresionante belleza de Freya llamaba la atención, incluso con la tenue iluminación. Su comportamiento sereno, junto con su elegancia innata, la convertían en un objetivo atractivo. Ella evitaba naturalmente los entornos concurridos y detestaba la proximidad física con desconocidos.
Su elección de sentarse en una zona abierta en lugar de en una mesa apartada se debía únicamente a su mal humor y a su disposición a enfrentarse a cualquier problema.
«Eres todo un personaje», comentó uno.
«Yo pago tu cuenta esta noche», ofreció otro. «Pide lo que quieras, yo invito», intervino un tercero.
Uno de ellos le tendió la bebida contaminada con una sonrisa aparentemente benévola, como si una amistad genuina motivara sus acciones.
Freya aceptó el vaso mientras los hombres intercambiaban miradas cómplices, felicitándose en silencio por su supuesta victoria.
Sin embargo, Freya había detectado inmediatamente su plan. Sus esfuerzos coordinados revelaban su conspiración colectiva con el hombre que había manipulado su bebida.
«Deberían beber esto ustedes mismos», afirmó Freya con tono firme e imperturbable.
Los hombres dudaron, la música palpitante dificultaba su comprensión.
Antes de que pudieran pedir una aclaración, Freya agarró la cara del hombre que le ofrecía la bebida, le separó los labios a la fuerza y le vertió el líquido contaminado por la garganta.
Todo sucedió con tal rapidez que sus compañeros se quedaron paralizados por un instante.
La mirada de Freya los recorrió críticamente.
—¿De verdad creían que no me daría cuenta de que habían adulterado la bebida?
—¡Vaya! ¿Y qué importa si lo sabes? —espetó uno a la defensiva.
—¡Ella me obligó a beberlo! —se quejó la víctima involuntaria.
—¿No es mejor así? Más tarde la enviaremos a tu cama para que disfrutes —sugirió otro con crudeza.
—Señorita, lo sepa usted o no, el resultado es el mismo. Aquí mando yo —se jactó el que parecía ser el líder.
—¿Ah, sí? —Freya permaneció completamente impasible.
—¿Va a venir con nosotros de buena gana o tenemos que llevarla a rastras? —El instigador sonrió con aire de confianza, descartando a Freya como una mujer indefensa más—. Si la llevamos, no pasará tanto frío.
«Hoy no estoy de buen humor», respondió Freya, limpiándose meticulosamente las manos con una servilleta de papel. Su gesto fastidioso enfatizaba su percepción de estos hombres como elementos contaminantes. «Si se disculpan y se entregan ahora, tal vez sea indulgente».
.
.
.