Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 224
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Capítulo 224:
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Freya permaneció en silencio, incapaz de formular una respuesta.
Aclarando la garganta para recuperar el control de la situación, el líder dio una orden firme.
«Entonces, no lo sueltes hasta que hayamos completado la misión».
«Recuerda, por el bien de nuestro espíritu de equipo, a veces es necesario un verdadero sacrificio».
«No te rindas, Harry. Estamos aquí contigo».
Todos los compañeros se unieron para ofrecerle palabras de ánimo y reforzar su determinación.
Harry agarró el bate con renovada determinación y declaró con firmeza:
«¡Puedo hacerlo!».
«¿Qué… qué hay de mí?», preguntó Tim, con el rostro marcado por la desesperación.
«Soporta el reto de hoy y te convertirás en el campeón de la resistencia de nuestro equipo».
«Te entregaremos un premio cuando regresemos».
«Además de una bonificación de quinientos dólares este mes», añadió el líder del equipo con énfasis.
La expresión de Tim se iluminó al instante.
«¿De verdad? ¿Quinientos dólares?».
«Ahora mismo, aquí», respondió el líder del equipo, preocupado por que Tim pudiera flaquear. Sacó cinco billetes de cien dólares nuevos y los puso en la mano libre de Tim.
«Mantén la determinación».
«¡Por supuesto!». Tim agarró el dinero con fuerza, sintiendo una repentina oleada de determinación recorrer su cuerpo. Solo un poco más de resistencia y esos quinientos dólares serían suyos. ¡Perseveraría!
Freya observó el intercambio, y un destello de emoción cruzó sus ojos, normalmente impasibles. Tras evaluar sus capacidades de combate y confirmar que podía manejarlos ella sola, retiró el pie de la mano de Tim.
Antes de que nadie pudiera procesar su movimiento, arrebató el bate de las manos de Harry.
Toda la maniobra duró apenas unos segundos.
—¿Ya no me pisas la mano? —preguntó Tim, aún sujetando el dinero con fuerza en su puño derecho.
Freya miró hacia la puerta cerrada, sin preocuparse por posibles intentos de fuga, y preguntó con indiferencia:
—¿Prefieres que continúe?
—Deberías mantener la presión más tiempo, quizá con más fuerza, para que resulte creíble —sugirió Tim, reclinándose y extendiendo la mano.
—De lo contrario, no me parecerá merecido aceptar estos quinientos dólares.
Freya se quedó sin palabras. ¡Estos hombres eran increíbles!
«Si hubiera sabido que terminaría tan rápido, no habría soltado el dinero», se lamentó el líder del equipo.
Tim agarró los billetes con fuerza y dijo apresuradamente:
«Me diste tu palabra. Ya había planeado comprar ropa y zapatos nuevos para mi hija con este dinero. Ella también está esperando caramelos».
Se negó a soltar el dinero.
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