Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 22
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Capítulo 22:
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Kristian respondió con convicción: «Solo estamos aquí para aclarar las cosas».
«Entonces, ¿eres tú quien está presionando para el divorcio, no Freya?», Lionel señaló rápidamente el tema crucial, con tono cargado de rabia. «¿Te precipitaste a casarte sin pensar y ahora quieres el maldito divorcio? ¿Acaso entiendes lo que significa el matrimonio?».
«¿Por qué te casaste con Freya en primer lugar?», exigió Melinda con dureza.
Lionel, insatisfecho con los detalles superficiales, insistió: «No pudo haber sido solo un romance pasajero, ¿verdad?».
Isaac intervino, con una sombra de sospecha sobre él: «¿Freya solo era un sustituto de alguien más en tu corazón?».
Melinda y Lionel se volvieron hacia Isaac, con expresiones serias y exigentes: «¿Un sustituto de quién?».
Tomado por sorpresa, Kristian titubeó, incapaz de formular una respuesta. Isaac estaba complicando las cosas más de lo necesario.
«Es mi decisión seguir adelante con el divorcio», intervino Freya con firmeza, consciente de que divulgar demasiado podría empeorar las cosas.
Optó por guardarse los detalles para ella y Kristian, insistiendo: «No tiene nada que ver con Kristian». Su tono era sincero y su actitud resuelta, sin dejar lugar a dudas.
La familia había esperado salvar las diferencias, pero a medida que profundizaban, percibían una brecha cada vez mayor entre Freya y Kristian, que insinuaba conflictos más profundos y ocultos.
Durante un instante, un silencio sombrío envolvió la habitación y la tensión se hizo palpable.
Freya permaneció en silencio, con la mirada fija en los ancianos reunidos ante ella, esperando su veredicto con una intensidad silenciosa.
«Hagámoslo», declaró Melinda, entrelazando sus dedos con los de Freya en un apretón cálido y tranquilizador. Sus ojos brillaban con auténtico afecto mientras hablaba.
«El divorcio no es un asunto trivial. Deberíamos involucrar a tus padres en esta discusión. Si les resulta demasiado complicado venir aquí, iremos nosotros a verlos».
«Sí, Freya», intervino Lionel, con la voz cargada de ira indisimilable y el ceño fruncido en señal de disgusto. «Lleváis dos años casados y ese imbécil ni siquiera se ha molestado en visitar a tus padres».
Su ira hacia Kristian era palpable. —Con el proceso de divorcio en marcha, debe reunirse con tus padres y ofrecerles una disculpa sincera.
A los ojos de Lionel, Kristian, que al principio estaba ansioso por casarse con Freya, ahora parecía descuidar sus necesidades. Si fuera el verdadero abuelo de Freya, le habría dado una buena paliza a Kristian con su maldito bastón.
—No hace falta. Puedo encargarme de esto yo sola — afirmó Freya con firmeza, descartando la idea con un rápido movimiento de cabeza.
Melinda insistió, con preocupación en su rostro. —Freya…
—No tengo una relación cercana con mi familia —admitió Freya, bajando la voz a un tono sombrío al revelar por primera vez sus problemas familiares—. Mi padre se volvió a casar.
Kristian, tomado por sorpresa, se detuvo y la miró a la cara. Tenía la expresión estoica de siempre, pero él percibió un trasfondo de tensión.
Con la voz ligeramente ronca por la emoción, le preguntó: «¿Por qué no me lo has contado antes?».
Esta vez, Lionel perdió el control. En un gesto repentino y dramático, blandió el bastón y lo blandió en el aire con un golpe brutal que impactó en Kristian.
Las imágenes de Freya soportando el abandono de su padre tras su nuevo matrimonio, junto con el espectro de su inminente divorcio, lo abrumaron. Estaba seguro de que ella había sufrido demasiado.
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