Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 207
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Capítulo 207:
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Liam le dirigió una mirada fugaz, con una expresión que apenas revelaba emoción.
—Es amiga de Freya. Fue idea de Freya que viniera, así que Trent se puso en contacto con ella —explicó Kristian, plenamente consciente de las preocupaciones subyacentes de Felipe.
—No hay absolutamente nada romántico entre ella y Trent.
Recordaba estar allí cuando Trent había marcado su número; su conversación inicial había sido educada, distante, como dos personas que acababan de conocerse.
Felipe frunció el ceño y apretó los labios.
—Lo sé —murmuró secamente.
Esto tomó por sorpresa a Kristian, y una mirada de confusión se cruzó entre él y Liam.
Si Felipe ya conocía la naturaleza de su relación, ¿qué alimentaba esa tensión?
—Solo te lo advierto —continuó Felipe con un tono severo—.
Si Farrah te pide que la lleves cuando te vayas, asegúrate de negarte. Y dile lo mismo a Zander. Trent tampoco debería llevarla.
Kristian frunció el ceño, irritado.
—¿Qué quieres decir?
Ya estaba de mal humor, atormentado por los restos de un sueño inquietante de la noche anterior, una especie de premonición que sugería que Freya podría llevar una vida imprudente después de su divorcio.
No había rastro de la habitual sonrisa burlona de Felipe. En cambio, sus rasgos se compusieron en una expresión seria, aunque su voz tenía un tono ligero.
—Farrah solo viaja en mi coche.
Los hermanos se quedaron momentáneamente estupefactos, procesando las palabras de Felipe. Parecía una extraña muestra de posesividad, casi como si estuviera haciendo alarde de su control.
La paciencia de Kristian se agotó.
—¡Fuera!
Felipe se limitó a reírse, restándole importancia al arrebato y permaneciendo en la habitación, imperturbable.
El aire estaba cargado de tensión mientras los tres hombres permanecían en silencio.
Hacia las ocho de la mañana, Freya bajó por fin las escaleras y entró en la sala de estar, donde Zander holgazaneaba con el pelo revuelto en un encantador desorden.
Una vez reunidos todos, Liam, que llevaba un delantal, se dispuso alegremente a servir el desayuno.
El ambiente estaba impregnado de una incómoda inquietud que se cernía sobre la mesa del comedor como una niebla persistente.
Kristian miraba a Freya con tanta frecuencia que el aire crepitaba; la tensión que irradiaba era palpable.
Los ojos de Liam iban de Kristian a Freya y viceversa.
Freya, por su parte, parecía notablemente serena bajo el peso de esas miradas, comiendo en silencio su desayuno. Tenía la mirada baja, con la mente aparentemente en otra parte.
Felipe, que se había sentado estratégicamente en el extremo opuesto de la mesa, rompió el silencio de golpe al dejar los cubiertos sobre la mesa.
—¿No tenías algo que hablar con Freya? ¿A qué esperabas? —preguntó con voz cortante que rompió el silencio matutino.
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