Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 203
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Capítulo 203:
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Farrah estaba perdiendo la compostura, sus pensamientos se agolpaban en su mente.
«¡Adelante, atrévete!».
La respuesta de Felipe fue una sonrisa fría y desafiante.
«Ya lo verás». Sus ojos, normalmente cálidos y atractivos cuando estaba en compañía de otros como Kristian, ahora ardían con una intensidad escalofriante.
La voz de Farrah se quebró, las palabras luchaban por salir con fuerza.
«Si te atreves a hacer daño a mi hijo, te despreciaré hasta mi último aliento». Su amenaza sonó débil y poco convincente, un farol desesperado que sabía que no tenía ningún efecto sobre él.
Un dolor agudo retorció el pecho de Felipe, un fugaz signo de confusión interior, pero su expresión era impasible, con una pátina de gélida diversión.
—Despreciame todo lo que quieras —replicó con voz grave, casi un gruñido.
—Esa niña no tiene cabida en mi mundo.
Con calculada calma, sacó su teléfono y marcó rápidamente, ordenando a su asistente que preparara un hospital privado para una intervención urgente: un aborto. Anunció que llevaría a Farrah allí en breve.
El corazón de Farrah se llenó de pánico. Sabía que las decisiones de Felipe eran inamovibles, que su voluntad era inquebrantable.
Atrapada en los extensos y apartados suburbios, escapar parecía una fantasía lejana. La villa, repleta de sus aliados, no ofrecía ningún refugio. No había nadie en quien pudiera confiar, nadie a quien pudiera pedir ayuda.
Y Freya… Freya ya había sufrido bastante a manos de Kristian. La determinación de Farrah se endureció; no podía, no quería arrastrar a su amiga más profundamente a esta pesadilla.
La voz de Felipe interrumpió sus pensamientos, fría y autoritaria.
—Entonces, Farrah, ¿tenemos que hacerlo por las malas o vendrás sin oponer resistencia? Sus pasos resonaban siniestros, cada uno como un martillazo en el frágil corazón de Farrah, encendiendo un miedo sofocante y un deseo desesperado de escapar.
—No puedes decidir así como así interrumpir este embarazo —afirmó Farrah, con los ojos llenos de urgencia y los dedos apretando el teléfono con tanta fuerza que se le pusieron blancos los nudillos.
—Tú eres el padre.
Felipe soltó una risa burlona.
El desprecio en su mirada se intensificó mientras le acariciaba suavemente la mejilla fría.
—Estaba en el extranjero por negocios durante ese tiempo. ¿Cómo demonios puedes estar embarazada de mí?
Las lágrimas brotaron de los ojos de Farrah, y sus labios temblaron mientras luchaba por contener los sollozos.
—Si te deshaces de este niño y permaneces fiel a mi lado, te daré todo lo que desees. ¿Fama? También puedo conseguirla. —Sus dedos, sorprendentemente cálidos, le secaron las lágrimas y su voz se suavizó hasta convertirse en un susurro persuasivo.
Farrah negó con la cabeza desafiante, endureciendo su determinación.
No ansiaba el encanto de la fama, ni deseaba permanecer atrapada a su lado. Lo único que anhelaba era la vida que florecía en su interior.
—Solo escúchame —murmuró Felipe, con una voz que era una peligrosa mezcla de tentación y amenaza mientras se acercaba.
—Vamos juntos al hospital.
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