Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 188
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Capítulo 188:
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Al vaciar el último, lo dejó sobre la mesa con un tintineo definitivo, deteniendo la mano sobre él, reacia a soltarlo.
Este gesto conmovedor llevó a los otros cuatro a un consenso silencioso: el primer amor de Freya era un capítulo sagrado de su pasado, uno que inevitablemente traía un toque de tristeza cada vez que surgía.
Kristian apretó los dedos, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de él sin darse cuenta. El primer amor de Freya… ¿Quién podría haber sido?
«¿Estás bien, Freya?», preguntó Liam, sorprendido por la intensidad del momento.
Había pensado que, dado su matrimonio con Kristian, cualquier vestigio ardiente de un primer amor pasado se habría apagado, tal vez hasta el punto de poder mencionarse en broma.
Sin embargo, la expresión de su rostro lo decía todo: estaba claro que no lo había superado.
«Estoy bien», respondió Freya, con un ligero mareo nublándole los sentidos, pero con la voz firme y la postura serena. «Continuemos».
Liam lanzó una mirada preocupada a Trent y Kristian antes de volverse para barajar la pila de discos. Con una lentitud deliberada, los repartió entre todos, con el ceño ligeramente fruncido bajo el peso de sus propios pensamientos.
En el fondo de su mente se tramaba un plan personal.
En esta ronda, no hizo ningún esfuerzo especial por entregarle a Freya el disco marcado como «pequeño», con la esperanza de evitarle tener que volver a tocar el delicado tema de los primeros amores.
Sin embargo, el destino pareció burlarse de sus intenciones: el disco marcado como «grande» acabó en manos de Kristian, mientras que el marcado como «pequeño» volvió a encontrar su camino hacia Freya.
Liam no pudo ocultar su sorpresa, y sus rasgos se torcieron en una expresión de auténtica confusión.
Conocía demasiado bien a Kristian: su resistencia, su tenacidad.
Mientras Freya observaba el disco en su mano y luego la expresión inesperadamente compleja de Liam, al principio sospechó que se trataba de una broma. Sin embargo, la autenticidad de su sorpresa disipó sus dudas, revelando la cruel mano de la coincidencia.
Kristian, aferrado al disco, mantuvo su habitual actitud estoica.
«¿Verdad o reto?», preguntó con su voz tan firme como siempre.
«Reto», respondió Freya sin dudarlo.
Una sombra pasó por los ojos de Kristian, oscureciéndolos con una mezcla de curiosidad y frustración.
La renuencia de ella a compartir su pasado solo avivó el deseo de él de indagar más. Volcó el disco boca abajo sobre la mesa y clavó la mirada en Freya con una intensidad que hizo que el aire a su alrededor se espesara. Pronunció cada palabra con precisión.
—Envíame los detalles de tu primer amor —nombre, profesión y edad— a mi teléfono.
La pregunta quedó suspendida en el aire, dejando al resto del grupo en un silencio desconcertado. ¿Era siquiera permisible una pregunta tan personal en su juego?
Freya lo miró, frunciendo el ceño, confundida. ¿Había algo seriamente mal en su cabeza? ¿Acaso no sabía ni siquiera lo más básico sobre sí mismo?
«¿Qué pasa? ¿Te da miedo contármelo?». Kristian se retorció bajo su mirada, sintiéndose como si hubiera cometido un pecado imperdonable. Su curiosidad le atormentaba: ¿quién le había robado el corazón en aquel entonces y por qué no podía olvidar a aquel hombre, ni siquiera ahora?
«Estás loco», se burló Freya, y su frustración la llevó a beber tres copas más de vino en rápida sucesión.
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