Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1709
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Capítulo 1709:
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Incluso de niño ya era así. Había cosas que claramente deseaba, cosas que le importaban profundamente, pero prefería masticar cristal antes que admitirlo.
Nunca decía una palabra, nunca mostraba ninguna señal.
En aquel entonces, ella no lo entendía. ¿Qué tenía de difícil querer algo? ¿Por qué no decirlo simplemente? Pero ahora lo entendía. Era la forma en que había crecido. Su familia lo había moldeado, lo había cerrado, lo había hecho reservado.
Era sensible en aspectos que nunca dejaba que nadie viera. Esas viejas sombras nunca se habían desvanecido por completo. Persistían, se habían convertido en hábitos. Le hicieron bueno ocultando sus sentimientos, incluso a sí mismo.
Los dos días siguientes transcurrieron sin incidentes. Nina trabajó como de costumbre, manteniéndose al margen, salvo por los pocos momentos en que tuvo que pasar por la oficina de Damian antes y después del horario laboral. Se mantuvo profesional y concentrada, como debe hacer cualquier buena secretaria.
Esa tarde, justo antes de que terminara la jornada laboral, corrió la voz de que Damian necesitaba a alguien del departamento de secretariado para que lo acompañara a una cena de negocios.
No era nada inusual. Estos eventos requerían la presencia de una mujer elegante y, en el pasado, él había elegido a quien estuviera disponible.
En cuanto Nina se enteró, se dirigió directamente a su oficina, con energía burbujeando bajo su expresión tranquila. —¿He oído que busca una acompañante femenina para esta noche? —preguntó al cruzar la puerta.
Damian levantó la vista y la miró con indiferencia.
Ella se acercó, serena y seria. —Como su secretaria personal, creo que el trabajo debería recaer en mí. Las demás probablemente tengan planes después del trabajo. No me parece justo ocupar su tiempo libre.
Él negó con la cabeza. —Esto no tiene nada que ver contigo.
Nina no se echó atrás. —Como parte del departamento de secretarias, sí me concierne. Me ofrezco a ayudar.
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Él la miró fijamente, con una mirada indescifrable.
Antes de que pudiera responder, Aiken entró en la habitación. —Estoy de acuerdo con Nina —dijo Aiken después de aclararse la garganta.
Damian entrecerró los ojos. Su mirada se dirigió hacia Aiken como una reprimenda silenciosa. ¿Por qué se estaba entrometiendo?
—He hablado con el departamento de secretarias —continuó Aiken con calma—. Todas dicen que están ocupadas esta noche. No hay nadie disponible.
—¿Todas? —La voz de Damian era plana, pero sospechosa.
Aiken asintió con la cabeza. —Todas y cada una de ellas.
La mirada de Damian se posó en Nina. Su instinto se activó: algo en todo esto no le cuadraba.
A lo largo de los años, las secretarias siempre habían solucionado las cosas entre ellas. Había subvenciones para estos eventos. Nadie las rechazaba sin motivo.
—Llámalas —dijo Damian.
Aiken asintió brevemente y se marchó.
Cuando Aiken se marchó, Nina se inclinó hacia delante sobre el escritorio, con una leve sonrisa en los labios. «Soy guapa, lo suficientemente alta como para estar a tu altura y puedo manejar cualquier conversación de negocios. ¿Por qué no me dejas ir contigo?».
«Una secretaria personal se encarga de mis asuntos personales. Esto queda fuera de tu ámbito», las palabras de Damian la golpearon como una bofetada: tranquilas, controladas, pero absolutas.
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