Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1586
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Capítulo 1586:
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Lawrence se quedó clavado en el sitio, con la respiración atascada en la garganta.
Jacob lo empujó hacia atrás, creando deliberadamente una distancia entre ellos. —Te pido que dejes de acercarte a mí —dijo con voz seca.
Lawrence entrecerró los ojos, con la sospecha enredándose en su pecho. «Jura que es cierto lo que estás diciendo».
Jacob, con sus rasgos cincelados y su presencia magnética, siempre atraía las miradas en cualquier lugar.
La multitud se apartaba a su paso, los admiradores le seguían, pero él los ignoraba con una mirada tan fría como la escarcha del invierno.
Incluso Lawrence, que había empleado todo su encanto y astucia para ganarse el favor de Jacob, había sido rechazado una y otra vez. La idea de que Jacob, tan reservado y distante, pudiera enamorarse de otra persona —y nada menos que de una mujer— en tan solo unas semanas le parecía un enigma envuelto en una mentira.
—Tu creencia es tu propia carga —dijo Jacob, con un tono monótono, casi aburrido—. No me concierne.
Lawrence se acercó a la ventana, con pasos lentos y deliberados.
Jacob frunció ligeramente el ceño y una pizca de confusión cruzó su rostro, un detalle que Lawrence captó como un halcón que divisa a su presa.
Una idea se le ocurrió a Lawrence. Se dio la vuelta y apoyó el codo con naturalidad en el marco de la ventana. —Si estás mintiendo —dijo con voz baja y teatral—, que me atragante con mi próxima comida, que me atropelle un coche en la calle y que viva en la miseria el resto de mis días.
Jacob exhaló bruscamente, un sonido cargado de exasperación. Era infantil.
—¿Qué dices? —insistió Lawrence, acercándose y clavando los ojos en los de Jacob.
—Haz lo que quieras —respondió Jacob, con voz firme e imperturbable.
Conocía demasiado bien a Lawrence, sabía que el hombre apreciaba demasiado su propia vida como para hacer una promesa tan imprudente. Solo era otra estratagema para dar lástima, un intento de sonsacarle la verdad.
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Lawrence acortó la distancia entre ellos, con la mandíbula apretada. —¿Cómo puedes ser tan frío?
Los ojos de Jacob brillaron, afilados como una navaja. —No tan frío como tú.
—Tráemela —exigió Lawrence, con voz firme pero llena de desafío. Conocía a Jacob mejor que nadie—. Si dices la verdad, desapareceré de tu vida. Para siempre.
Jacob ladeó la cabeza, con una leve sonrisa en los labios. —Tú lo has dicho.
—Sí —confirmó Lawrence, con voz resuelta.
—Muy bien —aceptó Jacob, con tono definitivo.
Al día siguiente, Jacob presentó a Lawrence a la mujer por la que decía sentir algo en su casa.
Ella se situó frente a Lawrence, con su delicada piel resplandeciendo bajo la suave luz, su belleza suavizada por una inocencia casi etérea.
Era difícil imaginar a Jacob enamorándose de alguien tan cálido, tan desprevenido. Jacob se situó junto a ella, su altura proyectando una sutil sombra sobre su pequeño cuerpo. «Ya la has visto», dijo con voz tranquila. « Ahora vete».
Lawrence se levantó del sofá, con movimientos lentos y deliberados. Cruzó la habitación, estudiando a la mujer con mirada escéptica. «¿Cómo sé que no la has contratado para engañarme?», preguntó con tono severo. Se volvió hacia ella. «Quiero hablar con ella. A solas».
«Ese no era el acuerdo», dijo Jacob con voz firme e inflexible.
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