Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1503
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Capítulo 1503:
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Melvin la interrumpió. «Nunca ha querido visitarme».
Ni antes, ni ahora, ni nunca. La naturaleza del hombre lo dejaba perfectamente claro.
«No me importa qué mentiras le hayas contado para traerlo aquí. Pero mañana lo vas a llevar de vuelta», dijo Melvin, con palabras tajantes y definitivas. «Y si no lo haces, despídete de tu cuenta en las redes sociales y de todos tus seguidores».
«¿Crees que le he engañado para que viniera?», Jayda siguió con su actuación.
—Déjalo —dijo Melvin con brusquedad—. Sé cuándo alguien miente.
El corazón de Jayda dio un vuelco. El pánico comenzaba a apoderarse de ella. Pero seguía desesperada por conseguir lo que quería. —Me trajo porque quiere que me case contigo.
«¿Y tú?», preguntó Melvin con voz tranquila, completamente impenetrable. «¿Es eso lo que quieres?».
Jayda dudó. Las palabras se le atragantaron en la garganta.
Era rico, guapo… Cualquier mujer lo querría. Pero no era tonto. Y ella lo sabía. No era el tipo de hombre al que pudiera manipular.
La voz de Jayda era suave pero firme. —No puedo tomar decisiones como esa. Si mis padres y tu padre dicen que debemos casarnos, tengo que aceptarlo.
Los ojos de Melvin se volvieron penetrantes, como la escarcha invernal. «¿Eso es lo que sientes?».
«Sí», respondió Jayda, con tono firme e inquebrantable.
La voz de Melvin se volvió más fría. «Cualquiera con una perspectiva sensata no hablaría así». Su mera presencia parecía enfriar el aire a su alrededor.
La paciencia de Jayda se tambaleó, y una chispa de irritación brilló en sus ojos. «¿Qué quieres decir con eso? Sé que eres rico y poderoso, pero no hace falta que me menosprecies así».
Melvin arqueó las cejas, con una mirada de confusión en su rostro.
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«Puede que mi perspectiva no sea sensata, pero ¿qué hay de la tuya?», insistió Jayda, con voz firme pero tajante. «Turner es tu padre. No lo has visitado en años, ni siquiera cuando estaba enfermo. ¿Crees que el dinero te permite eludir tus responsabilidades?».
La mirada de Melvin se oscureció, como nubes de tormenta acumulándose.
—Vives a lo grande en Alerith, llevas ropa que vale miles, quizá más —continuó Jayda, con voz teñida de frustración—. ¿Pero tu padre? No se ha comprado una camisa nueva en años.
Los labios de Melvin apenas se movieron. —Te estás esforzando mucho por defenderlo, ¿verdad? —Su tono era plano, sin emoción.
Los recuerdos inundaron la mente de Melvin. Después de ser expulsado de su casa, la familia de Freya lo apoyó ayudándole a ingresar en el Hogar Infantil y cubriendo todos sus gastos: comida, escolarización y gastos de manutención.
Cuando el personal se puso en contacto con Turner, su respuesta fue gélida: «No es mi problema. Quédenselo o envíenlo con su madre. No me molesten más». Cuando Melvin enfermó, solo el personal estuvo ahí para él. Poco a poco, dejó de lado cualquier esperanza relacionada con Turner.
Aun así, le enviaba dinero todos los meses, sin falta.
«Lo siento por tu padre», dijo Jayda, con la voz ligeramente quebrada.
«Entonces, ¿por qué no cuidas tú misma de él?», replicó Melvin con dureza. «Eres tan bondadosa. Seguro que no dejarías solo a un anciano».
Jayda dudó, con las palabras atascadas en la garganta.
Melvin extendió la mano y la miró fijamente a los ojos. «Dámelo».
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