Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1356
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Capítulo 1356:
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Jessica esquivó la pregunta. «¿Puedes sacudirlo?».
«Sí».
«Pues hazlo».
«Entendido». Melvin asintió y comenzó a zigzaguear por las calles, sincronizando perfectamente los semáforos.
En un cruce, aceleró en el momento justo y perdió al coche que les seguía.
Una vez que estuvieron a salvo, la miró. «¿Por qué te seguían?».
«Es… una larga historia», murmuró Jessica, buscando una excusa.
Melvin no insistió, manteniendo la vista en la carretera y la concentración firme.
La mente de Jessica se aceleró, buscando algo que decir.
Su teléfono volvió a vibrar. Era Roland.
Rechazó la llamada al instante y le envió un mensaje: «Estoy ocupada. No puedo hablar».
La respuesta de Roland no se hizo esperar. «¿Qué, te avergüenzo tanto? Tengo la matrícula del coche en el que vas. Con una llamada sabré quién lo conduce».
Roland envió un mensaje rápido exigiendo: «Pásame con él. Necesito hablar con él».
Jessica respondió: «Está al volante».
Roland sabía que charlar mientras se conduce no es buena idea, así que cambió de táctica. «Has movido un montón de maletas. ¿Tienes pensado irte de casa?».
Jessica respondió simplemente: «Sí».
Roland escribió rápidamente: «¿Adónde te diriges? Dime la dirección y haré que alguien compruebe que la zona es segura».
La expresión de Jessica se nubló con preocupación. Tras una breve pausa, respondió con sinceridad: «No hace falta que lo compruebes. Es un lugar seguro. Tú y mamá deberíais disfrutar de vuestro tiempo juntos. Tengo veintiocho años y puedo ocuparme de mis cosas».
También envió un mensaje a Lena, pidiéndole que mantuviera a Roland bajo control. No quería que su padre se entrometiera en sus planes. Una vez hecho esto, soltó un suave suspiro de alivio.
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—Melvin —llamó.
«¿Sí?», respondió Melvin.
«¿Es este tu coche?», preguntó con curiosidad en su voz.
Si era suyo, su padre podría localizarlo y ella necesitaría un plan para despistarlo.
—No, es de la empresa —dijo Melvin, con tono firme y tranquilo.
—¿Por qué lo preguntas?
«Por nada», dijo Jessica, sintiendo una oleada de alivio.
Melvin la miró, con un atisbo de curiosidad en los ojos, pero se quedó callado.
A primera hora de la tarde llegaron a su apartamento. Melvin subió sus maletas. Sabiendo que ella necesitaría su propio espacio, le había cedido su dormitorio principal el día anterior e incluso había cambiado la ropa de cama por sábanas limpias. Un dormitorio grande con baño privado la haría sentir más como en casa.
Jessica pronto se dio cuenta del gesto considerado, y sus ojos se iluminaron con una cálida sonrisa.
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