Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1306
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Capítulo 1306:
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Por más que rebuscara en sus recuerdos, hasta el momento en que Ellis se convirtió oficialmente en su entrenadora, seguía sin poder encajar las piezas. Frustrada, finalmente decidió pedir ayuda en el chat grupal con sus amigos.
Freya escribió: «Desde la selección de equipos hasta el final de la segunda ronda, ¿qué es lo que más recordáis?».
Frederick respondió: «¿Por qué ese interés repentino?».
Greta intervino: «Sinceramente, me quedé con todas las partes del entrenamiento».
Riley se hizo eco: «A mí me pasa lo mismo».
Trent, rápido en adivinar, preguntó: «¿Os ha pedido Ellis que hagáis esto?».
Freya respondió: «No, solo tengo curiosidad. ¿Recordáis la primera vez que lo visteis?».
Greta intervino: «Fue el día del entrenamiento, por supuesto. Lo primero que pensé fue: «Vaya, qué guapo es». Pensé que no me importaría que me entrenara hasta la extenuación. No me di cuenta de lo despiadado que sería en realidad».
Después de solo una sesión, todos esos pensamientos sobre lo guapo que era o lo dulce que era como instructor se esfumaron.
Ahora, Greta solo podía describirlo con una palabra: demonio.
Riley preguntó: «Todos conocimos a Ellis por primera vez ese día, ¿verdad?».
Freya respondió: «No exactamente. Él ya estaba allí en nuestra primera evaluación, riéndose con Michael Miller». Una oleada de sorpresa recorrió al grupo.
Trent, que solía ser frío como el hielo, arqueó una ceja, sorprendido. ¿Ellis? ¿Ese hombre era él?
Moss intervino: «Si tenemos que elegir momentos memorables, la segunda evaluación gana sin duda alguna».
Cade respondió: «Sin duda. Michael nos engañó bien. Dijo que era una misión de emergencia. Resultó ser solo una prueba».
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Los dedos de Freya se detuvieron sobre su vaso, y sus pensamientos se remontaron a ese día. El recuerdo inundó su mente, nítido e implacable.
Estaban entrenando en el desierto, empapados en sudor y agotados, cuando la radio de Michael crepitó con una noticia sombría: un rehén cercano, secuestrado, necesitaba ser rescatado.
Michael apretó la mandíbula y miró al equipo. Eligió solo a dos miembros para que lo acompañaran, descartando al resto por no estar preparados.
Freya dio un paso al frente y otros también se ofrecieron voluntarios, con voz firme a pesar de las protestas de Michael.
«Lleváis apenas un mes entrenando», espetó. «Esto es un suicidio». Pero los ojos de Freya se clavaron en los suyos, sin vacilar. Todos se mantuvieron firmes. A regañadientes, Michael los llevó a la misión.
Todo era una mentira. El informe urgente, el ambiente cargado de peligro… todo estaba preparado. Solo era una evaluación sorpresa, fría y calculada.
Siguieron las órdenes de Michael, arrastrándose entre la maleza, solo para caer en una trampa diseñada para la prueba. Uno por uno, fueron capturados. Al final, los separaron y los encerraron a todos.
Freya se encontró en una choza húmeda y destartalada, con las muñecas atadas con una cuerda áspera. La voz del interrogador era un martillo implacable, cada pregunta minaba su determinación. Sus pensamientos daban vueltas, el miedo la atenazaba, su mente se tambaleaba al borde del abismo.
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