Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 13
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Capítulo 13:
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—Sí —Kristian no se echó atrás—.
«Aunque no hubiera cambiado», replicó Freya, sin perder la confianza, «en cuanto viste los mensajes sobre el accidente de Ashley, me habrías acusado sin pensarlo dos veces. Admítelo».
Kristian abrió la boca para discutir, pero se quedó paralizado. No le había dado en el clavo.
Con un movimiento rápido de la muñeca, Freya le devolvió la tarjeta y se frotó las sienes mientras la frustración hervía bajo su piel.
¿Qué le pasaba? ¿Desde cuándo dejaba que alguien tan irrelevante la alterara? ¿No había aceptado hacía mucho tiempo que Ashley siempre sería la primera en el corazón de Kristian?
La tarjeta rebotó en el pecho de Kristian, dejándolo momentáneamente atónito. Antes de que pudiera reaccionar, la voz de Freya rompió el silencio, esta vez dirigida al conductor. —Watson, déjeme en el próximo cruce.
—Entendido, señora.
La voz de Kristian se volvió gélida. —¿Por qué?
—Para alejarme de ti. —El tono de Freya era dulcemente burlón, y había recuperado por completo la compostura—. No quiero que tu idiotez se me pegue como un resfriado común.
Kristian perdió los estribos. ¿Desde cuándo manejaba el sarcasmo como un bisturí?
—Conduce directamente a casa —ordenó entre dientes.
El conductor obedeció y el coche aceleró hacia Regalia Villas. Cualquier remordimiento que Kristian pudiera sentir se evaporó bajo el calor de su irritación.
Treinta minutos más tarde, el coche se detuvo en la entrada de una villa.
Freya salió antes de que Kristian pudiera moverse, con el bolso colgado al hombro, y desapareció en el interior.
Cuando llegó al salón, la puerta del dormitorio ya se había cerrado detrás de ella.
Sabiendo que se cambiaría, se obligó a esperar.
Diez minutos más tarde, Freya apareció con ropa suave y holgada, el flequillo enmarcando un rostro que parecía engañosamente frágil.
Ni siquiera pestañeó ante la presencia de Kristian. Sabía perfectamente por qué se había quedado.
—Tenemos que estar en casa de mis padres a las seis —dijo en cuanto ella se acomodó en el sofá—. Prepárate. El chófer vendrá a recogerte.
Freya cogió el mando a distancia y encendió la televisión. —No voy a ir.
—¡Freya! —Su voz era una advertencia.
—Tú rompiste tu promesa primero. No esperes que ahora te siga el juego.
—Hay prioridades —espetó él, estudiándola como si fuera una desconocida.
—¿Ir de compras contigo o la vida de Ashley, qué es más importante?
La televisión se encendió con el ruido de las risas enlatadas de un programa de variedades.
Freya apretó la mandíbula. Solo oír el nombre de Ashley le hacía palpitar las sienes.
En otro tiempo, había imaginado a la amada de Kristian como una mujer dulce, radiante, digna de la devoción que él le profesaba.
¿Y ahora? La doble cara de aquella mujer era casi decepcionante.
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