Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 124
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Capítulo 124:
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«Imposible», replicó Riley.
Trent se recostó en su silla. «Ya que estás, mejor échate una siesta».
El escepticismo se apoderó de todo el grupo.
En su opinión colectiva, ningún problema terrenal obligaría jamás a Freya a recurrir a sus habilidades como hacker para resolverlo.
Incluso si se diera tal situación, creían que ella se pondría inmediatamente en contacto con las autoridades y se apartaría para permitir una investigación oficial.
Frustrado por sus dudas, Jackson envió otro mensaje, detallando vívidamente la escena que acababa de presenciar.
Mientras tanto, la investigación de Freya provocó una cascada de ventanas en la pantalla de su ordenador, cada una llena de intrincadas líneas de código.
La máquina de alto rendimiento zumbaba ruidosamente, con los ventiladores de refrigeración trabajando a toda máquina para satisfacer las exigencias del procesamiento.
Gerard se quedó paralizado, con los ojos muy abiertos mientras miraba los datos incomprensibles que aparecían en la pantalla. La admiración brotó en su interior.
Sus sospechas habían resultado acertadas: Freya era realmente una hacker extraordinaria.
Gerard susurró, conteniendo a duras penas su emoción: «Te dije que era una hacker, pero no hiciste caso a mi teoría».
Los ojos oscuros de Kristian no revelaban nada, pero su sorpresa era igual a la de Gerard.
Cuanto más observaba, más intensa se volvía su mirada. A pesar de llevar dos años casados, nunca había descubierto sus habilidades tecnológicas.
De repente, todo cobró sentido. Cada vez que había contratado a un hacker para investigar ciertos asuntos, no había obtenido una respuesta satisfactoria. Resultaba que Freya había borrado meticulosamente sus huellas digitales.
Una idea escalofriante se apoderó de él. ¿Cuál era su verdadero motivo para entrar en su vida?
—¿Señor? —preguntó Gerard cuando Kristian permaneció en silencio.
Kristian ya había llegado a una conclusión interna. —Investiga a todas las personas con las que Freya ha contactado en los últimos dos años. Quiero transcripciones de todas las conversaciones.
Gerard parpadeó sorprendido. —¿Qué? ¿Cree que tiene motivos ocultos?
Kristian no respondió, pero su expresión revelaba sus crecientes sospechas.
Ajeno a su conversación, Freya siguió trabajando. A medida que pasaban los minutos, requisó los sistemas de otros hackers para acelerar su búsqueda.
Treinta minutos más tarde, apareció una barra de progreso en la pantalla, que subía lentamente desde el uno por ciento.
Freya finalmente retiró las manos del teclado. El portátil irradiaba calor por el esfuerzo sostenido.
La admiración de Gerard seguía creciendo.
Todos los hombres fantaseaban con conocer a un superhéroe, pero para Gerard, los hackers siempre le habían inspirado un gran respeto desde su infancia.
—Señora Shaw… —comenzó Gerard, pero se contuvo—. Señora Briggs, ¿ha terminado el proceso?
—Sí —respondió Freya, con la mirada fija en la pantalla—. Cuando la barra de progreso llegue al cien por cien, tendremos acceso a todos los datos.
Los ojos de Gerard brillaban de emoción detrás de sus gafas.
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