Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 12
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Capítulo 12:
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¿Pero la reacción de Freya hoy? Demasiado genuina. Demasiado espontánea.
Kristian también lo había notado.
En el asiento trasero del coche, la tensión entre él y Freya era palpable.
Antes de que Kristian pudiera hablar, la llamada de Gerard lo interrumpió. —Señor, hemos rastreado la IP. El inicio de sesión no se originó en nuestra ciudad.
—Entendido. —Kristian apretó el teléfono con fuerza, sintiendo el peso de su error como si fuera plomo.
Había hecho daño a Freya. La miró, recortada contra la luz del sol que se filtraba por la ventana. El resplandor suavizaba sus rasgos, casi como la mujer que había sido antes, antes de la amargura, antes de las pullas.
—Freya. —Su nombre salió de sus labios con una vacilación poco habitual en él.
Ella había escuchado la llamada. —No me digas que vas a disculparte.
Kristian apretó la mandíbula. ¿Por qué todas las conversaciones con ella parecían una trampa?
—Una IP fuera de la ciudad no prueba mi inocencia —reflexionó ella, con voz ligera pero cortante—. ¿Y si contraté a otra persona para contactar al conductor?
Sabía que lo estaba provocando.
La disculpa se le atascó en la garganta, obstinada como una piedra.
Tras un instante, la obligó a salir. —Sé que no fuiste tú.
Si lo hubiera orquestado, no habría analizado las pruebas con tanta frialdad, ni se habría burlado de él con sus defectos. Su preocupación por Ashley y la reciente imprevisibilidad de Freya lo habían cegado.
—Oh. La respuesta de Freya fue un desdén.
Kristian parpadeó. ¿Solo «oh»? Esperaba furia, exigencias, algo.
En cambio, le entregó una tarjeta negra. —Toma la tarjeta principal. Gástala en lo que quieras.
—Con mucho gusto. —Se la arrebató de los dedos sin dudarlo.
Él arqueó las cejas.
—Ahora las otras —añadió ella.
Kristian se volvió hacia ella, sin entender muy bien. —¿Qué otras?
—Teniendo en cuenta tu comportamiento inapropiado de hoy —dijo ella, con un tono imposiblemente neutro—, y para evitar más complicaciones, me quedaré con todas tus tarjetas a partir de ahora. Te las devolveré el día del divorcio.
El conductor casi se atraganta con el aire.
Kristian frunció el ceño.
—¿Qué, no quieres? —insistió Freya, arqueando una ceja.
—Deberías saber cuándo parar mientras vas ganando —dijo Kristian, con irritación en la voz.
El aire del coche se volvió denso.
—Admito que hoy me equivoqué, pero no finjamos que tu comportamiento errático últimamente no ha tenido nada que ver.
Freya lo miró fijamente, con incredulidad en los ojos. ¿De verdad la estaba culpando por esto?
—¿En serio? —Su voz era peligrosamente tranquila.
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