Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1174
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Capítulo 1174:
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Freya apretó los labios.
«Últimamente te has relajado demasiado. Has bajado la guardia. Eso no es culpa mía».
«¿Ah, sí?».
«Sí».
«¿Entonces yo también puedo mentirte?», preguntó Ellis con una sonrisa.
Freya respondió sin perder el ritmo: «No, no puedes».
«¿Así que tú puedes mentir, pero yo no?».
«No es eso lo que quería decir».
«Entonces, ¿qué querías decir?».
—Doble moral —respondió Freya con frialdad, sin perder el ritmo.
«Te das cuenta de que eso te convierte en una hipócrita, ¿verdad?». Ellis se rió de su tono y la atrajo hacia él. «Dime, ¿qué más puedes hacer tú que yo no?».
Freya se quedó en silencio. Pillada por sorpresa, no supo qué responder. Pero sabía que, cuando no sabía qué decir, lo mejor era siempre cambiar de tema. «Yo era la que tenía una pregunta: ¿cómo hemos acabado aquí?».
«¿Sigues sin saber qué responder?», insistió Ellis.
Ella no respondió.
«¿Necesitas que te dé una pista?».
«Me voy a la cama». Eludió la conversación por completo, sin dudarlo ni un instante.
Ellis se puso de pie y la cogió en brazos, riendo mientras decía: «Te llevaré arriba». Freya no se resistió.
Mientras subían las escaleras, la confesión de amor que él le había hecho ese mismo día no dejaba de dar vueltas en su cabeza.
¿No había sido su primer encuentro cuando él los entrenó y los regañó a todos sin piedad? ¿Y el segundo? ¿El tercero? Más regañinas. ¿Se podía llamar a eso amor?
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Ellis la miró y enseguida se dio cuenta de lo que estaba pensando. Pero no le dio ninguna explicación.
Excepto por ese único encuentro en la infancia, el primero, el segundo y el tercero eran recuerdos que solo él conservaba; por mucho que Freya lo intentara, nunca podría reconstruirlos.
—¿Quieres que te lleve también a la ducha? —preguntó Ellis, mirándola.
Freya se soltó de su abrazo en un instante. —No —respondió secamente.
Con eso, se metió corriendo en el baño.
—Freya —la llamó Ellis.
—¿Hmm?
—Tu ropa y tu maquillaje de hoy te quedan muy bien. —Su voz era cálida y sus ojos rebosaban admiración—. Estás preciosa.
Freya se detuvo en la puerta, luego asintió levemente con la cabeza y entró, tratando de actuar como si nada.
Nunca le habían importado los cumplidos. La gente siempre le había dicho que era guapa, pero eso nunca había significado mucho para ella.
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