Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1171
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Capítulo 1171:
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En ese preciso momento, una flota de drones azules brillantes iluminó el cielo nocturno, moviéndose con perfecta precisión según el programa que Freya había escrito.
Ellis sintió que se le oprimía el pecho.
Momentos después, los drones se ensamblaron en una figura familiar sobre ellos: el emblema de su organización compartida, reconocido por todos los que habían servido en ella. Después de permanecer allí durante unos diez segundos, los drones volvieron a cambiar de posición, esta vez formando dos figuras esquemáticas, una masculina y otra femenina, de pie en posición de firmes, saludando juntas al emblema.
No hizo falta decir ni una sola palabra, pero el corazón de Ellis se conmovió profundamente. Entendió su mensaje alto y claro: independientemente de si él volvía o no a la organización, ella estaría allí, protegiendo ese hogar con él, codo con codo.
«¡Madre mía!
«¿Qué diablos está pasando?».
«¿No es obvio? ¡Mina le está pidiendo matrimonio a Ellis!».
«Espera, un momento, ¡pensaba que era él quien iba a pedirle matrimonio!».
Mientras los murmullos y susurros se extendían entre la multitud, los drones estallaron de repente en una gran exhibición de fuegos artificiales. Brillantes explosiones de color iluminaron el cielo, cada una más impresionante que la anterior.
De pie bajo las luminosas explosiones, Freya comenzó su propuesta. Tomó el anillo del dron que flotaba en el aire, con los nervios a flor de piel, y preguntó: «Ellis Lambert, ¿quieres…?»
«No tan rápido», interrumpió Ellis sin previo aviso.
Le puso suavemente un dedo en los labios, interrumpiéndola a mitad de la frase. Creía que la propuesta era deber del hombre.
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Mientras ella se quedaba paralizada, con los ojos muy abiertos, Ellis metió la mano en el bolsillo, sacó una caja de terciopelo con un anillo y la abrió ante ella. En ese momento, todo encajó.
«Cuando tenía veintidós años, conocí a una mujer: me llamó la atención la primera vez, despertó mi interés la segunda y me robó el corazón la tercera». Se arrodilló, con voz grave y llena de emoción. «Esa mujer eras tú, que acababas de unirte a la organización».
Freya se quedó inmóvil como una estatua.
La mirada de Ellis estaba llena de tal ternura que casi le cortó la respiración. «Quiero darte una vida llena de felicidad y protegerte de todas las cargas. Freya, ¿quieres casarte conmigo?».
Por encima de ellos, los fuegos artificiales alcanzaron su punto álgido, iluminando el cielo con un resplandor de ensueño.
A su alrededor estallaron los vítores.
«¡Di que sí!».
«¡Di que sí!».
«¡Di que sí!».
El cántico se hizo más fuerte, resonando entre la multitud como un redoble de tambores.
Enmarcada por los fuegos artificiales, Freya levantó la mirada y, con una calidez que suavizaba cada palabra, dijo: «Sí».
Ellis le deslizó el anillo en el dedo y luego le dio un beso suave en el dorso de la mano. «¡Ha dicho que sí!».
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