Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1132
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Capítulo 1132:
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Hasta el día de hoy, aún podía contar cuántas veces había hecho entrar en razón a Ethan.
Cada vez que Ethan pronunciaba ese nombre, Ellis le pegaba.
Sus familias habían sido muy cercanas y Ethan, de niño, era de los que no se inmutaban ante la amenaza de una paliza.
Incluso cuando sus padres se enteraban y lo castigaban —azotándolo, regañándolo—, no servía de nada. No fue hasta que Ellis puso fin a ello físicamente que Ethan dejó de hacerlo y empezó a llamarlo por su nombre.
Ethan era rebelde hasta la médula. Todo lo que los adultos le prohibían, él lo hacía con el doble de fuerza.
—Si vuelve a llamarte así, le daré una paliza por ti —dijo Freya con seriedad. Luego añadió—: Tómate la noche libre, yo cocinaré.
Ellis le agarró la muñeca antes de que pudiera moverse.
Freya lo miró, desconcertada.
—Siéntate —dijo Ellis, guiándola suavemente hacia el sofá—. La cocina es mi territorio, tienes prohibido entrar.
—Pero…
—¿Quieres que «me ocupe» de ti?
Al oír eso, Freya se quedó callada. Sabía perfectamente lo que él le haría.
—Dame solo una hora —dijo Ellis mientras le revolvía el liso cabello hasta dejarlo revuelto—. Ve a darte un baño. Te ayudará a dormir antes.
Freya aceptó sin protestar.
Después de cenar, la curiosidad pudo más que ella. Le preguntó a Ellis si tenía fotos de su infancia. Escuchar todas esas historias sobre él y Ethan le había despertado un repentino deseo de ver cómo era de niño. ¿Se parecía en algo a como era ahora? ¿O era completamente diferente?
—¿Quieres ver mis fotos?
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—Sí.
«Entonces es un intercambio», dijo Ellis, claramente intrigado. «Tú también tienes que enseñarme las tuyas».
Freya ni siquiera lo dudó.
Volvió a su habitación y trajo un álbum familiar, lleno de fotos de ella y Ethel desde la infancia hasta hacía unos años. Lo que comenzó como un intercambio desenfadado dio un giro repentino cuando la expresión de Ellis cambió mientras hojeaba las fotos de su infancia.
Levantando una de ellas, preguntó: «¿Esta eres tú?».
«Sí, aquí tenía unos dos años». Freya reconoció la foto al instante.
Ellis esbozó una lenta sonrisa, con sus profundos ojos negros brillando con picardía.
Freya parpadeó, confundida. Volvió a mirar la foto. No estaba mal. Su ropa y su peinado eran los típicos de una niña pequeña.
«¿Qué pasa?».
—Freya —dijo Ellis con ese tono perezoso que le era tan familiar, con sus llamativos ojos reflejando solo a ella.
Freya ladeó la cabeza. —¿Sí?
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