Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1124
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Capítulo 1124:
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La respuesta de Ellis fue clara y firme. «Mi país tiene mucho talento para llevarse la victoria. No recae solo sobre mis hombros».
Se mantuvo erguido, con palabras llenas de orgullo. Su nación era una potencia y la victoria en la competición era casi segura. Pero si el deber le llamaba de vuelta a la lucha, respondería sin pensarlo dos veces.
Laird arqueó una ceja y miró a Freya, que estaba cerca. «¿Es porque no soportas dejar a tu chica? ¿Te preocupa que se enfade si te vas?».
La respuesta de Ellis fue rápida y tajante, pronunciada con un tono frío e inquebrantable. «Me preocupa más que tengas que secarte las lágrimas después de que te aplasten». Hizo una pausa y una sonrisa pícara se dibujó en sus labios. «Además, ¿quién es el que llora cada año después de una derrota?».
Laird se quedó sin palabras. ¿Llorar? No era eso en absoluto. Estaba lanzándole un desafío, simple y llanamente.
Ellis le devolvió los documentos con voz firme pero tranquila. —No vuelvas a intentar secuestrar a mi chica ni a mis amigos. Esta vez lo dejaré pasar, pero la próxima no seré tan amable.
Laird sonrió con aire burlón. —¿A eso le llamas juego limpio?
Ellis ladeó la cabeza, desconcertado.
—¿Me has quitado la tarjeta y lo llamas juego limpio? —insistió Laird.
Los ojos de Ellis brillaron con picardía. —Por aquí, lo llamamos pago por los problemas que causaste.
Laird no supo qué responder. Conocía lo suficiente a Ellis como para dejarlo estar. Discutir solo le haría enfurecerse, y no estaba dispuesto a caer en esa trampa.
Ellis se levantó, tomó la mano de Freya y sus dedos rozaron casualmente la tarjeta negra que Laird le había entregado. —Nos quedaremos unos días más. Haré que alguien te la devuelva antes de que regresemos a casa.
«¿Era ella K?», preguntó el hombre, con el rostro iluminado por la emoción.
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Howe se inclinó, igual de curioso. No solían ser entrometidos, pero cuando algo les interesaba, no podían evitarlo.
Los labios de Ellis esbozaron una pequeña sonrisa divertida. —Sí.
—¿Tu novia?
«Sí», respondió Ellis con orgullo en la voz.
«¿Podemos conocerla? ¿Quizás charlar un rato? Es mi ídolo». Los ojos de Huey brillaban con entusiasmo.
«La mía también», añadió Howe, asintiendo con la cabeza.
El pecho de Ellis se hinchó de orgullo. Tener una novia tan increíble era algo de lo que presumir.
—Creo recordar que alguien me llamó su ídolo cuando se unió al equipo —bromeó Ellis, mirándolos a ambos—. ¿Cuánto ha pasado, diez años? ¿Y ahora cambias de equipo?
Huey sonrió, dejando de lado su habitual seriedad de misión. «Sin duda, tú eres nuestro ídolo en el campo. ¿Pero en Internet? K es la leyenda». Se inclinó hacia delante. «Pregunta a cualquiera: ¿quién no admira al Rey de los Hackers?».
Un mito en el mundo digital. Un fantasma capaz de rastrear cualquier cosa en Internet. Más allá de sus habilidades como hacker, era una luchadora feroz, una tiradora excepcional y una investigadora brillante.
Y, para colmo, era despampanante.
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