Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1111
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Capítulo 1111:
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Se reunieron en un restaurante acogedor, de esos con luz tenue y ambiente cálido.
Al principio, mantuvieron una conversación ligera, charlando de cosas sin importancia mientras tomaban una copa.
Pronto, Alan se inclinó hacia delante, con curiosidad en los ojos.
—¿De qué va todo esto, tío?
Ellis lo miró fijamente. —No te creí lo que te dije la otra noche, ¿verdad?
—¿Eh? —Alan parecía totalmente desconcertado.
—Crees que voy a dejar a Freya, ¿verdad? —preguntó Ellis con voz suave, sentado allí, elegante con su traje a medida.
—¿Por qué iba a pensar eso? —Alan parpadeó, desconcertado—. Dijiste que la mujer que conociste ese día era la diseñadora que estaba trabajando en los anillos. Lo aclaraste, ¿por qué iba a dudar de ti?
Los ojos de Ellis se clavaron en los de Alan, buscando alguna grieta en su historia. Alan solo parecía más desconcertado, como si estuviera intentando resolver un acertijo al que le faltaban la mitad de las piezas.
—Si no dudabas de mí, ¿por qué mandaste a alguien que me siguiera? —preguntó Ellis, yendo directo al grano, como siempre hacía con aquellos en quienes confiaba.
Alan abrió la boca para protestar, pero se quedó paralizado al recordar el favor que Freya le había pedido unos días atrás: que vigilara a Ellis para asegurarse de que no se cruzara con ella.
—Eh… —balbuceó Alan, tomado por sorpresa.
No podía revelar la verdadera razón, así que se escabulló. —¿Me creerías si te dijera que tengo una buena excusa?
—Sí.
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—¿De verdad?
Ellis asintió, imperturbable.
—Te lo juro, no dudaba de ti. Te creí. Alan no esperaba que lo pillaran así. —Pero no puedo decirte por qué lo hice.
Decir la verdad significaría traicionar a Freya, y eso era algo que no estaba dispuesto a hacer.
Una chispa brilló en los ojos de Ellis y sus labios esbozaron una leve sonrisa cómplice. —Esto es por Freya, ¿verdad? —dijo con voz baja y firme.
—¿Cómo lo has…? —Alan se detuvo y se giró rápidamente—. ¿Por qué la metes en esto? Ella no tiene nada que ver.
—¿No quedaste con ella esa misma noche? —replicó Ellis, captando la expresión de estupefacción de Alan—. Acabo de enterarme.
—Entonces, ¿sabes por qué está aquí? —insistió Alan, tratando de sonsacarle más información.
—No del todo. Pero no es por trabajo —respondió Ellis con tono suave, con movimientos tranquilos y elegantes—. Si ella no quiere que lo sepa, no voy a indagar.
—¿No te preocupa que te esté engañando? —preguntó Alan, apretando los labios, con la esperanza de que Ellis profundizara más.
En secreto, deseaba que Ellis descubriera el plan de Freya para pedirle matrimonio. Pero Ellis siempre le daba espacio a Freya. Si ella no estaba lista para compartirlo, él no la presionaba. Confiaba en que ella se abriría cuando fuera el momento adecuado.
—Ni hablar —dijo Ellis, con una cálida sonrisa iluminándole los ojos, de esas que solo se le escapaban cuando pensaba en ella—. Tengo fe en ella.
—Eso es firme —dijo Alan en voz alta, pero por dentro gritaba de frustración. ¿Cómo podía Ellis estar tan despistado en el peor momento posible? ¿No iba a investigar nada?
El plan de Freya para pedirle matrimonio era ahora un hecho.
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