Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón - Capítulo 1068
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Capítulo 1068:
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Lo delicado de la curación: una vez que las heridas empiezan a cerrarse, uno olvida lo profundas que eran.
Tras una pausa, finalmente habló. Su voz era llana, tranquila, pero había una capa debajo, algo tierno, enredado. «Tiene sentido que haya venido», dijo en voz baja. «Octubre también es su hijo».
Freya no dijo nada más. Sabía que Felipe no había venido sólo por el bebé, había venido por Farrah. Y Farrah también lo sabía.
Pero con esa frase, Farrah había trazado una línea. Clara y firme: no quería tener nada que ver con Felipe.
«Iré a hablar con él», dijo, pasándose un mechón de pelo por detrás de la oreja, con voz firme. «Sobre octubre».
«Adelante. Freya asintió. «Yo vigilaré al bebé».
Mirando al pequeño bebé que dormitaba plácidamente en la cama, los labios de Freya se curvaron en una suave sonrisa. Tuvo que luchar contra el impulso de pellizcar suavemente una de sus mejillas blanditas.
Su corazón se sentía… lleno. Como si rebosara de algo cálido.
Sacó su teléfono y empezó a escribir un mensaje a Ellis. Antes de pulsar enviar, silenció su tono de llamada personalizado. No quería despertar al bebé.
«¿Cuándo vamos a tener un bebé?», preguntó.
En ese momento, Ellis acababa de pasar todo su trabajo a su secretaria. Al ver el mensaje de Freya, dejó el teléfono en el suelo durante medio segundo, pero sonrió y volvió a cogerlo. «Después de casarnos». Amor, proposiciones, matrimonio, familia… paso a paso.
Locke, el ayudante de Ellis, estaba cerca, con los brazos llenos de expedientes, esperando pacientemente. Notó la expresión de Ellis y adivinó al instante que debía de estar enviando un mensaje de texto a su novia.
«Señor», empezó Locke.
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Ellis, suponiendo que Locke se estaba impacientando, dijo: «Adelante, ocúpate del resto. Llámame si te surge algo urgente».
«Mi agenda está despejada». Locke vaciló y luego preguntó -más entrometido que preocupado-: «¿Le envías mensajes a tu novia?».
Ellis enarcó una ceja y asintió con la cabeza, pero su sonrisa le delató. Locke no pudo evitarlo. «Entonces… ¿puede tu novia ganarte en una pelea?».
Ellis lo miró. «Puedo protegerla».
Locke parpadeó, desconcertado.
Se quedó parado, inseguro de cómo expresar sus pensamientos.
Ellis se dio cuenta de su vacilación. «¿Qué pasa?
«¿No decías siempre que querías a alguien más fuerte que tú? ¿Alguien que pudiera protegerte?» preguntó Locke, aferrándose a la pila de documentos, pero claramente más interesado en el drama que en el papeleo. «¿Qué te hizo cambiar de criterio?»
Ellis se reclinó en su silla, con los ojos entornados. «No lo entenderías».
Locke parecía realmente perplejo.
Ellis lo miró, justo después de enviar otro mensaje. Habló despacio, con claridad. «Cuando amas de verdad a alguien, no te importa dejar que lleve la iniciativa. Si es ella… Estoy dispuesto a cambiar mis normas».
Locke se quedó en silencio. Este era un nivel de romance para el que no estaba preparado.
Ellis le entregó el último expediente de su cajón. «Todo lo importante está controlado. Si surge algo que no puedas resolver, llámame. Si no, confía en tu criterio».
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