El requiem de un corazón roto - Capítulo 964
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 964:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Mientras tanto, el ambiente entre Norton e Yvonne era todo menos cálido.
Él no soltó su mano hasta que entraron en el ascensor.
El silencio en el interior era pesado.
Yvonne bajó la mirada hacia su muñeca, cuya piel estaba visiblemente irritada, y su expresión se volvió gélida.
Norton se fijó en la marca. Destacaba sobre su piel pálida, imposible de ignorar.
Tragó saliva, pero no dijo nada.
Cuando llegaron a casa, Yvonne entró primero.
Norton la siguió, con el rostro impasible.
Yvonne no le dirigió ni una mirada. Estaba demasiado agotada para lidiar con él. Se dirigió directamente a su habitación.
Norton la siguió de cerca. Ella podía reír y charlar con otro hombre, pero en cuanto se trataba de él, se cerraba en banda. En la puerta, Yvonne estaba a punto de cerrarla cuando Norton la detuvo.
—Esta noche dormiré aquí —declaró en voz alta. Sabía que ella estaba furiosa por lo de Shelly y que lo estaba provocando a propósito. Tenía intención de explicárselo todo, pero la imagen de ella riendo y charlando con aquel hombre le había quitado las ganas de hablar.
—Estoy agotada. Haz lo que quieras —dijo Yvonne con tono seco, sin energía. Sabía que discutir no serviría de nada, así que no se molestó.
La expresión de Norton se tensó. Ella no parecía cansada antes, al menos no cuando sonreía a ese hombre, ¿verdad?
Entró en el dormitorio con pasos rígidos, observándola atentamente. Esperó a que ella dijera algo, lo que fuera, para aclarar lo que había pasado ese día.
Lo nuevo está en ɴσνєℓα𝓼4ƒαɴ.𝓬𝓸𝓂 para más emoción
No es que importara, claro. Pero si lo hacía, tal vez él le diría lo que realmente pensaba de Shelly.
Yvonne, sin embargo, no le dio nada. Siguió rápidamente con su rutina, desmaquillándose y duchándose antes de meterse en la cama sin decir una palabra.
Al ver que ella no tenía intención de reconocer su presencia, Norton se negó a rebajarse persiguiendo su atención.
Con una amarga mueca en los labios, cogió el pijama y entró en el cuarto de baño.
El vapor se acumulaba a su alrededor mientras el agua caliente golpeaba su espalda, aliviando la tensión de sus hombros. Poco a poco, la irritación del día se desvaneció.
De repente, el silencio hosco le pareció una tontería. Pensó que tal vez debería dejar de enfadarse y tratar de hacer las paces.
Envuelto en un albornoz, volvió silenciosamente al dormitorio.
.
.
.