El requiem de un corazón roto - Capítulo 959
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Capítulo 959:
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Al notar su silencio, Norton supuso que sus palabras habían sido demasiado duras y que quizá la habían intimidado. Para intentar suavizar la tensión, añadió: «Teniendo en cuenta que eres mi esposa, te ayudaré siempre que me lo pidas. No dudes en suplicarme si necesitas algo».
La palabra «suplicar» flotaba en el aire, e Yvonne no pudo evitar enfadarse ante tal sugerencia. Detestaba la idea de rogar por nada, y menos aún a él. Para ella, la idea de humillarse ante él era asfixiante. La hacía sentir pequeña, despojada de su dignidad. Si no fuera por el peso aplastante de la deuda de su familia, pensó, podría mantener la cabeza alta, no tendría que andar con pies de plomo, tratando constantemente de apaciguarlo. Pero la realidad de su situación no le dejaba otra opción que tragarse su orgullo una y otra vez, reprimiendo sus deseos para mantener una apariencia de paz.
Yvonne dirigió la mirada hacia la ventana, con la mente en otra parte, tratando de bloquear la tensión. Al darse cuenta de su evasión, Norton cerró los ojos y se recostó en su asiento, y la quietud del momento se instaló entre ellos.
El coche avanzaba sin prisas por la carretera, pero Yvonne seguía perdida en sus pensamientos sobre su nuevo trabajo. Apenas se fijaba en las calles que pasaban, con la mente consumida por los retos que le esperaban.
Cuando el coche finalmente se detuvo, la voz de Norton rompió su ensimismamiento. «Ya hemos llegado. Sal».
Sobresaltada, Yvonne se dio cuenta de que habían llegado. Asintió con la cabeza, se desabrochó el cinturón de seguridad y abrió la puerta para salir.
Cuando su mirada se posó en el restaurante que tenía delante, la confusión nubló su rostro. «¿Por qué estamos en un restaurante? Creía que íbamos a casa».
«Es un sitio nuevo. He oído que la comida es estupenda y que tienen todos mis platos favoritos».
Norton entró con una mano en el bolsillo, con una postura relajada y segura de sí mismo.
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Yvonne lo siguió, con los labios apretados en una fina línea. Casi se había convencido a sí misma de que, por una vez, él estaba siendo atento, pero estaba claro que eso era una ilusión. Había supuesto que la invitación a cenar era su forma de agradecerle el largo y agotador día.
Resultó que había interpretado demasiado. Cualquier amabilidad que él mostrara nunca iba dirigida a ella.
Aun así, una buena comida era una buena comida, y no estaba dispuesta a dejarla pasar. Después de trabajar todo el día, estaba hambrienta y necesitaba energía. Pero en mitad de la cena, su estado de ánimo se vino abajo en cuanto vio a Shelly entrar en el restaurante.
Yvonne se detuvo y miró a Norton con aire decidido.
Él parpadeó, claramente desconcertado por su repentina pausa.
Yvonne volvió a levantar la ceja, esta vez inclinando la cabeza hacia la mujer que se acercaba.
Norton finalmente lo entendió. Tomó un sorbo lento de vino y respondió con una sola palabra. «Coincidencia». Nada más. Apenas una defensa.
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