El requiem de un corazón roto - Capítulo 951
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Capítulo 951:
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Norton se tambaleó tras ella sin dudarlo.
«Espérame», gritó, corriendo tras ella tan rápido que casi tropieza. Al oír el ruido, Yvonne miró hacia atrás y vio a Norton agarrándose a la pared para mantener el equilibrio, frotándose lentamente la sien con los dedos.
Ella suspiró profundamente y se apresuró a volver junto a él. «Vamos, déjame ayudarte», dijo, extendiendo el brazo y deslizándolo bajo el de él.
Norton apoyó su peso sobre los hombros de ella, apoyándose en ella como si fuera su propio bastón.
—¿Puedes prepararle algo para la resaca, algo que le ayude con el dolor de cabeza? —le dijo Yvonne a la ama de llaves.
Norton la agarró con más fuerza y refunfuñó con tono infantil: «No, quiero que se lo prepares tú».
Yvonne apretó los labios, apartando su creciente impaciencia. —Está bien. Sube tú, yo lo prepararé.
Creía que no tenía sentido discutir con un borracho esa noche.
—No, voy contigo —insistió él obstinadamente.
«¡Ni hablar!», espetó ella.
Esta noche se comportaba como un auténtico maníaco: ya la había besado dos veces y ella no estaba dispuesta a darle una tercera oportunidad.
Después de lo que le pareció una eternidad convenciéndolo para que subiera las escaleras, Yvonne finalmente se escabulló y se apresuró hacia la cocina.
Acababa de abrir la nevera cuando sintió unos brazos fuertes rodeándole la cintura. El aliento de Norton le hacía cosquillas en la oreja mientras le murmuraba: «Yvonne, cómo desearía que fueras un poco más obediente».
Ella le dio un ligero codazo. —Sigue soñando. Yo nunca he sido así. No voy a ser obediente. Ahora suéltame.
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«No. No te voy a soltar. Quiero abrazarte», murmuró obstinado, apoyando la frente en el pelo de ella.
El corazón de Yvonne dio un pequeño golpe confuso. Norton era una persona completamente diferente cuando estaba borracho, y ella no sabía muy bien cómo manejarlo.
«Adelante. Yo te miro», dijo él, apoyando la barbilla en el hombro de ella y fijando la mirada perezosamente en el agua que empezaba a burbujear en la olla.
Yvonne manipulaba los ingredientes con torpeza, sintiéndose atrapada en una burbuja de calor, con su presencia presionando contra su espalda.
Momentos como este habían sido alguna vez su sueño: estar en la cocina, preparando la cena mientras el hombre que amaba permanecía a su lado, compartiendo un momento tranquilo de la vida.
Pero la realidad había destrozado ese sueño hacía mucho tiempo.
Absorta en sus pensamientos, dio un pequeño respingo cuando él se acercó y le acarició la cabeza. —El agua está hirviendo —dijo él con calma.
Salida de su ensimismamiento, se apresuró a apagar el hervidor y vertió rápidamente el agua caliente en una taza que ya contenía todos los ingredientes para el remedio contra la resaca.
Se sentaron uno al lado del otro, observando cómo las volutas de vapor se elevaban en el aire, cuando Yvonne recordó de repente algo. Se volvió hacia él y le empujó ligeramente contra el pecho.
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