El requiem de un corazón roto - Capítulo 947
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 947:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Leif se estremeció al oír el ruido y se agachó para recoger su teléfono. Antes de que pudiera decir nada, Norton agarró la botella de vino y empezó a servir otra copa.
—Por favor, para. Ya has bebido suficiente. Déjame llevarte a casa —le instó Leif con suavidad—. Tu mujer te está esperando.
—No me hables de ella —espetó Norton, apurando la copa de un trago.
Leif apretó los labios, sin atreverse a insistir.
Norton se acabó toda la botella de vino antes de volver a hablar, con voz baja y hueca. —¿Te ha enviado un mensaje Yvonne?
Leif se apresuró a mirar la pantalla, limpiándose las palmas sudorosas en los pantalones. —No, señor. Todavía no.
Norton inclinó ligeramente la cabeza, y la tenue luz esculpió sus rasgos afilados en algo aún más llamativo. Pero detrás de la sombra melancólica había una mancha, una amarga soledad.
Apretó la copa de vino con tanta fuerza que se rompió entre sus dedos. Las astillas de cristal le cortaron la palma de la mano y la sangre goteaba sin cesar sobre el mantel blanco.
—¡Oh, Dios mío! —exclamó Leif, con pánico en la voz—. ¡Déjeme llevarlo al hospital!
Extendió la mano para ayudarlo, pero Norton levantó la mano ensangrentada y lo detuvo con una sola mirada. —No. Solo llévame a casa.
Leif tragó saliva y obedeció, sabiendo que no tenía otra opción.
De camino a casa, Norton se sentó rígido en su asiento, con los puños tan apretados que se le pusieron blancos los nudillos.
Historias exclusivas en ɴσνєℓα𝓼4ƒ𝒶𝓷.𝒸ø𝗺 con contenido nuevo
Leif permaneció en silencio, agarrando el volante y pisando más fuerte el acelerador.
En cuanto aparcaron en la entrada, Norton abrió la puerta de un tirón y salió tambaleándose a la tenue luz.
Leif también saltó del coche, buscando a tientas las llaves mientras cerraba el coche y se apresuraba a sujetarlo.
Norton le lanzó una mirada dura y pesada que hizo que el corazón de Leif latiera con fuerza.
Se dirigieron a la puerta principal en un tenso silencio. Leif extendió la mano para llamar al timbre.
Norton apartó su mano. —Apártate. Yo mismo marcaré el código.
Dentro, Yvonne oyó el eco del timbre en toda la casa. Saltó del sofá, corrió a su habitación en el piso de arriba y se metió bajo las mantas, apretando los ojos para fingir que dormía.
Norton marcó el código y empujó la puerta. La casa lo recibió con total oscuridad. Encendió las luces y lo primero que vio fue un plato de fruta a medio comer sobre el sofá.
Soltó un bufido amargo. —Ya puedes irte. Pide a cualquier empleado que traiga a Yvonne aquí —dijo con frialdad.
«Pero tu mano…», comenzó Leif, con preocupación en la voz.
.
.
.