El requiem de un corazón roto - Capítulo 936
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Capítulo 936:
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Saliendo de su abrazo, abrió el armario, cogió un traje al azar e intentó ponérselo.
Norton se fijó en su expresión distraída y chasqueó la lengua. —¿Ni siquiera me quitas el pijama?
Yvonne lo miró parpadeando y se apresuró a desabrocharle la camisa.
Pero cuanto más nerviosa se ponía, más torpes se volvían sus dedos, y pasaron los segundos sin que consiguiera desabrochar ni un solo botón.
—¿Quieres que llegue tarde al trabajo? —Norton había intentado ser paciente, pero ahora solo parecía impotente.
—¡Si tienes tanta prisa, hazlo tú! —espetó Yvonne, mirándolo con ira. Se atrevía a quejarse cuando ella le estaba haciendo un favor. Sintiéndose inusualmente travieso, la atrajo hacia sí y se dejó caer sobre la cama, colocándola directamente sobre su regazo. —Si tienes problemas, puedo enseñarte cómo se hace. Puedes aprender de primera mano.
Yvonne no sabía qué sentir al estar sentada de lado sobre sus rodillas. Cuando bajó la mirada, se dio cuenta de que sus dedos temblaban aún más que antes.
Contuvo la respiración y se dijo a sí misma que se concentrara. Con gran esfuerzo, finalmente consiguió desabrocharle los botones, uno por uno.
Aun así, tenía que admitir que tenía un físico increíble.
Mientras le quitaba lentamente la camisa, sus abdominales marcados quedaron al descubierto. Su corazón dio un vuelco al verlo. No pudo resistirse a mirarlo y hasta tragó saliva para deshacerse de un nudo imaginario en la garganta.
—¿Te gusta lo que ves? —bromeó Norton, con una sonrisa burlona en los labios—. Lo estás exhibiendo delante de mis narices. ¿Qué esperabas que hiciera?
Yvonne replicó, tratando de parecer recta: «¿Quieres tocarlo?».
Tragó saliva de nuevo, desviando brevemente la mirada hacia su rostro antes de volver a fijarla en los abdominales de él.
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—Oh, Dios mío, ¿de verdad quieres? ¡Date prisa y vísteme! —ladró Norton con frialdad. En un instante, volvió a ser el de siempre, distante.
Yvonne puso los ojos en blanco, agarró la camisa y le metió los brazos por las mangas. Le abrochó todos los botones hasta arriba, imaginando que lo estaba estrangulando con el último.
Luego se apartó para admirar su obra. Él parecía distante y digno, exactamente el tipo de hombre del que se había enamorado.
Norton no dijo nada más.
Ella le ayudó rápidamente con los puños y la chaqueta. En cuanto a los pantalones, él finalmente perdió la paciencia y se los puso él mismo.
—Necesitas practicar más. ¡A este paso, la reunión de mañana habrá terminado antes de que acabes!
—Da igual —murmuró Yvonne entre dientes.
Que su amante se preocupara por esas tareas insignificantes. En cuanto a ella, tarde o temprano se divorciaría de él, así que ¿qué sentido tenía aprenderlas, y mucho menos hacerlo bien?
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