El requiem de un corazón roto - Capítulo 917
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Capítulo 917:
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Mientras permanecían allí, envueltos en ese largo abrazo, el peso del pasado comenzó a disiparse.
Rachel, con el corazón dolorido al darse cuenta de todo lo que había perdido, no podía contener las lágrimas. Recordó cómo, durante tanto tiempo, Brian había sido el sueño de su juventud, la persona que siempre había imaginado que estaría a su lado. Ahora, en sus brazos, todos esos recuerdos volvieron a su mente.
Con infinita paciencia, Brian le secó cada lágrima con la yema de los dedos, con un tacto tierno y firme. Cuando se le secaron las últimas lágrimas, se apartó ligeramente y la miró a los ojos. Su voz, tranquila pero llena de nostalgia, rompió por fin el silencio.
—Rachel —preguntó en voz baja—, dime… ¿por qué estás aquí?
Rachel levantó lentamente la mirada hacia él, con los ojos rojos e hinchados por el llanto. Su voz temblaba cuando preguntó: «¿Y tú? ¿Por qué no te fuiste?».
Él la miró sin vacilar, con voz firme pero llena de sinceridad. —No pude dejarte.
Ella apretó su mano con fuerza y le devolvió la mirada con sinceridad inquebrantable. —Yo tampoco podía soportar dejarte.
Su corazón se llenó de esperanza, y se le cortó la respiración mientras le acariciaba suavemente la cara, con las manos temblorosas y la voz cargada de emoción. «¿Te he oído bien?». Ella asintió con la cabeza, y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.
«Sí, lo has oído bien», susurró ella, con palabras cargadas de todo lo que ambos habían estado reprimiendo.
Con pesar, susurró: «Lo siento, Brian. Mi terquedad nos ha costado mucho tiempo. Dora tenía razón… Ya has reparado el daño y debería haberte perdonado hace mucho tiempo».
Sus palabras se quebraron y tembló, conteniendo a duras penas el dolor en el pecho. «Estaba ciega ante tus esfuerzos. Me acostumbré tanto a tenerte a mi lado, a tu amor silencioso, que no supe apreciarlo. Ahora lo veo… Pero… ¿es demasiado tarde?».
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Brian, sintiendo cada uno de sus dolores, le acarició el rostro con más ternura aún, sacudiendo la cabeza mientras las lágrimas amenazaban con brotar de sus ojos. «No es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde, mientras tú sigas queriéndome».
Las lágrimas de ella disminuyeron, pero su voz era firme y llena de anhelo. —Te quiero, Brian. Por favor, no me dejes. Quédate conmigo y con Dora. Quédate con nosotros.
«Entonces… ¿quieres casarte conmigo?», preguntó Brian, acariciándole el rostro con ternura y esperanza.
«Sí», susurró ella, con una sonrisa en los labios mientras lo abrazaba con fuerza y escondía la cara en su pecho. «Sí, quiero».
Mientras Rachel escuchaba los latidos rítmicos de su corazón, el calor de su abrazo la envolvió y sintió que su corazón se agitaba una vez más.
Después de todo lo que habían soportado —los giros inesperados, las tormentas y los obstáculos—, de alguna manera habían logrado mantenerse unidos. Ahora, con un nuevo capítulo por delante, caminarían juntos por la vida, sin separarse nunca más. A partir de ese momento, apreciarían cada día que pasaran juntos, envejeciendo uno al lado del otro y entrelazando sus corazones en un hermoso tapiz de recuerdos. (Fin)
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