El requiem de un corazón roto - Capítulo 916
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Capítulo 916:
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Para su consternación, el vuelo ya había salido, a pesar de que se había retrasado solo diez minutos. Desesperada, comprobó el siguiente vuelo disponible, con la esperanza de seguir a Brian, pero el siguiente no salía hasta el día siguiente.
Una abrumadora sensación de pérdida la invadió mientras permanecía allí, rodeada por la multitud. El aeropuerto, lleno de viajeros y del murmullo de las conversaciones, ahora parecía vacío. La única persona a la que había estado buscando ya no estaba a su alcance, y no pudo evitar sentir el peso de su propia comprensión: nunca había entendido realmente lo que significaba tener a Brian a su lado.
Su ausencia era como un dolor sordo, un dolor que parecía atravesarle el corazón y le recordaba lo profundamente que él se había arraigado en su vida sin que ella se diera cuenta.
Había estado atrapada en sus obsesiones, ciega a sus silenciosos esfuerzos, a sus sacrificios y al amor inquebrantable que le había ofrecido todo este tiempo. Si lo hubiera visto antes, tal vez habría podido retenerlo.
Su hija tenía razón. Brian había cometido errores, pero había trabajado sin descanso para enmendarlos. Había pasado años intentando demostrar su amor, pero ella había estado ciega. ¿Por qué se había negado a perdonarlo antes? ¿Por qué lo había alejado?
Sentada en un banco cercano, Rachel se cubrió el rostro con las manos y las lágrimas finalmente brotaron. «Brian, lo siento mucho. Me di cuenta demasiado tarde. Lo siento de verdad…». Las palabras se escaparon entre sollozos y, una vez que se abrió la compuerta, no pudo detenerse.
Mientras Rachel regresaba por el aeropuerto, cada paso le resultaba pesado por el peso de su dolor. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos por el llanto, y el mundo parecía amortiguado a su alrededor. Se disculpaba distraídamente al chocar con la gente, sin apenas darse cuenta de sus reacciones de sorpresa. «Lo siento», murmuraba, con los pensamientos nublados por la abrumadora pérdida.
No fue hasta que levantó la mirada, todavía aturdida y distraída, que lo vio. A lo lejos, una figura se destacaba claramente entre la multitud, su silueta era inconfundible.
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Su corazón se aceleró y, por un instante, todo a su alrededor pareció difuminarse en el fondo.
Brian estaba allí, de pie ante ella, una figura alta envuelta en un abrigo de cachemira gris, con un jersey de cuello alto beige debajo y una maleta en la mano. Su presencia le resultaba tan familiar, tan innegable. No podía equivocarse: era él.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Rachel, cada gota liberaba años de emociones reprimidas. Por primera vez en lo que le pareció una eternidad, no las contuvo. Corrió hacia él, con las piernas llevándola antes de que su mente pudiera siquiera reaccionar, y se arrojó a sus brazos.
Por un breve instante, Brian se quedó paralizado, atónito por su gesto repentino. Pero sin dudarlo, la abrazó y la apretó con fuerza contra él.
A su alrededor, el bullicioso aeropuerto continuaba con su flujo y reflujo de gente, pero para Rachel y Brian, el tiempo parecía haberse detenido. En el abrazo del otro, encontraron la calma, el silencio, un refugio en medio del caos. Se aferraron el uno al otro como si fueran las únicas dos personas que quedaban en el mundo.
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