El requiem de un corazón roto - Capítulo 915
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Capítulo 915:
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La voz de Ronald, llena de una tristeza inconfundible, respondió: «A estas horas, ya debería estar en el avión».
«¿En el avión?», preguntó Rachel con evidente sorpresa.
Aunque Brian viajaba a menudo por trabajo, saber que ya estaba en un avión le provocó una oleada de ansiedad inesperada. Su corazón latía sin control y no entendía muy bien por qué la noticia la inquietaba tanto.
«¿Es un viaje de negocios?», preguntó, tratando de mantener la voz firme.
Ronald soltó un suspiro de cansancio antes de responder: «Para ser sincero, se va al extranjero por un periodo prolongado. Estará fuera entre dos y tres años».
Rachel apretó el teléfono con fuerza y se le cortó la respiración. «¿Por qué? ¿Por qué no me ha contado una decisión tan importante?». Su voz temblaba por la conmoción y el dolor.
—Cree que Dora ya tiene edad suficiente, que está lista para ir al jardín de infancia, y que tú ya no necesitarás tanta ayuda con ella. También sabe que Dora ha mencionado que quiere que sus padres vivan juntos, pero entiende que tú no quieres eso. No quería…
—Complicarte las cosas, así que tomó la decisión de marcharse —explicó Ronald en voz baja, midiendo sus palabras.
Ronald continuó, con tono sincero y tranquilizador. «Lo único que no ha cambiado en todos estos años es lo que siente por ti. Su mayor temor siempre ha sido causarte molestias».
Hubo una breve pausa antes de que Ronald volviera a hablar, con voz firme y segura. «En cuanto a mí, me ha confiado el cuidado de ti y de Dora. Me ha dicho que siga tus instrucciones y te apoye en todo lo que necesites».
Abrumada por una oleada de emoción, Rachel sintió una ola de impotencia y confusión que la invadió mientras asimilaba la noticia de la marcha de Brian. —Ronald, escúchame atentamente —dijo, con voz firme a pesar de la confusión que sentía en su interior—. Ven a casa y quédate con Dora. Además, envíame inmediatamente los datos del vuelo de Brian.
Cuando Ronald llegó, Rachel había logrado calmar a Dora, que parecía sentir que su padre se marchaba. La niña yacía tranquila en la cama, con el rostro sereno y una expresión de silenciosa comprensión.
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Rachel se inclinó y besó la frente de Dora, con voz suave y reconfortante. —Buena niña. Ronald se quedará contigo. Descansa un poco, ¿vale? Mamá irá a buscar a papá.
La voz de Dora temblaba cuando dijo: «Tienes que traerlo a casa. ¡Quiero que estén juntos!».
A Rachel le dolió el corazón al oír esas palabras, pero asintió con determinación. «De acuerdo, cariño. Lo haré».
En el extenso aeropuerto, Rachel se movía apresuradamente, acelerando el paso mientras corría de un extremo a otro.
Primero se dirigió al mostrador de información para comprobar los datos del vuelo de Brian, rezando para que aún no hubiera salido. Los retrasos en los vuelos eran habituales, y se aferraba a la esperanza de poder alcanzarlo antes de que despegara.
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