El requiem de un corazón roto - Capítulo 914
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 914:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Ahora, con el recordatorio de Dora, se dio cuenta del peso de su negligencia. La voz de Dora interrumpió sus pensamientos. —Papá no quiere celebrar su cumpleaños —dijo en voz baja.
«¿Por qué no?», preguntó Rachel, intrigada.
—El tío Ronald me contó lo del cumpleaños de papá —comenzó Dora, con voz suave y seria—. Dijo que ese día pasó algo malo, algo que hace que a papá le resulte muy difícil celebrarlo, por lo que hace mucho tiempo que no lo hace. Yo tenía muchas ganas de celebrar su cumpleaños.
Dora hizo una pausa para ordenar sus pensamientos. —Quería traer a papá para que viniera a verte ese día y lo celebráramos juntos, pero me dijo que tenías algo muy importante que hacer y que necesitabas estar solo. También me dijo que no te molestáramos, porque te enfadarías. Por eso no hemos venido.
Rachel, con el corazón encogido, preguntó con ansiedad: «¿Dijo algo más?».
Dora frunció el ceño y pensó por un momento antes de suavizar aún más el tono de su voz. «Me dijo que tienes un amigo muy importante al que tienes que conocer». Luego, Dora pronunció las palabras lentamente, como si eligiera cada una con cuidado. «Le compré un pastel, pero no comió nada. Dijo que los pasteles solo son dulces cuando se comparten contigo, pero que él ya no puede comerlos».
A Rachel se le hizo un nudo en la garganta y se le llenaron los ojos de lágrimas, a punto de derramarse.
Más tarde, esa misma noche, después de que Dora se hubiera dormido por fin, Rachel se quedó despierta, con los pensamientos acelerados. A lo largo de los años, sentía que había sido ella la que había recibido, sin devolver nunca nada a cambio. La constatación la golpeó como una ola, inundándola de tristeza y arrepentimiento.
En la quietud de la noche, un grito repentino rompió el silencio. La voz de Dora resonó en la habitación, llena de miedo y desesperación. «¡Papá! ¡No me dejes!», gritó.
Dora lloraba y se retorcía en su sueño, presa de una pesadilla. Rachel corrió a su lado y despertó a su hija con ternura. Abrazándola con fuerza, le susurró palabras tranquilizadoras, pero Dora estaba desesperada por el consuelo que solo su padre podía darle. Por mucho que Rachel intentara calmarla, los gritos de Dora se hicieron más fuertes, su súplica por su padre era inquebrantable. «¡Papá, no te vayas!», gritaba Dora desesperada, y el dolor de sus palabras resonaba en el corazón de Rachel.
Disponible ya en ɴσνє𝓁α𝓼4ƒα𝓷.ç◦𝓂 con lo mejor del romance
Rachel siguió consolando a Dora con voz suave y tranquilizadora. «Dora, cariño, tu papá siempre estará aquí para ti. ¿Cómo podría irse? Nunca te abandonará».
Aferrada a la mano de Rachel, Dora la miró con los ojos muy abiertos y asustados. «Papá se va a ir. Me dijo que te escuchara y que no lo extrañara demasiado». Los sollozos de Dora se hicieron más intensos, y cada uno de ellos le partía el corazón a Rachel. Desesperada por tranquilizar a la niña, Rachel tomó el teléfono para llamar a Brian, pero después de varios tonos, la línea permaneció en silencio.
Por primera vez en años, Brian no contestaba. Siempre había respondido a sus llamadas sin dudar, pero esa noche, a pesar de tres intentos, solo había silencio al otro lado.
Una ola de pánico se apoderó del pecho de Rachel, que empezó a respirar más rápido. Sin perder un segundo, llamó a Ronald con voz temblorosa.
—Ronald, ¿dónde está Brian? —las palabras de Rachel salieron a borbotones, con la voz tensa por la ansiedad—. No contesta el teléfono y Dora no para de llorar. No consigo localizarlo.
.
.
.