El requiem de un corazón roto - Capítulo 911
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Capítulo 911:
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Brian, que había estado esperando en el coche, no se movió hasta que Rachel volvió a hablar. «Dora está mejorando y, como te quiere tanto, ¿por qué no subes a hacerle compañía?».
—Está bien —dijo Brian en voz baja, con un tono de gratitud.
Subieron las escaleras, con el suelo resbaladizo por la llovizna, y el sonido de la lluvia golpeando contra la ventana se sumó a la tranquila intimidad del momento. Una vez dentro, Rachel le dio un baño caliente a Dora y, después, Brian se encargó de contarle cuentos, arrulándola suavemente hasta que se durmió.
Quizás era la tranquilidad de tener a su padre cerca, o el descanso extra que había tenido en el hospital, pero esa noche Dora parecía más animada de lo habitual. Se aferraba a Brian, pidiéndole un cuento tras otro, sin querer que el momento terminara.
Hasta bien entrada la noche, Dora finalmente se rindió al sueño, acurrucada en los brazos de su padre. Brian se quedó a su lado durante otra media hora, esperando hasta estar seguro de que Dora dormía profundamente antes de retirar suavemente el brazo, con cuidado de no molestarla. Mientras tanto, Rachel había terminado de ducharse y estaba en la sala de estar. Cuando vio salir a Brian, se acercó a él y le habló en voz baja.
—¿Está dormida?
Los ojos de Brian se suavizaron mientras respondía: «Sí. Ha pasado por mucho con su enfermedad y sé que tú estás agotada del hospital. Necesitas descansar». Se puso el abrigo, preparándose para salir. «Me voy, pero no dudes en llamarme si necesitas algo».
—De acuerdo —asintió Rachel, caminando lentamente hacia la habitación, pero una vacilación desconocida se apoderó de ella. Se quedó allí un momento, escuchando el ritmo de la lluvia contra las ventanas. Algo en la quietud la hizo detenerse. Se volvió hacia Brian.
—¡Espera!
Brian se detuvo, con el cuerpo rígido ante sus repentinas palabras.
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Ella lo miró, su expresión se suavizó mientras hablaba, con una tranquila vulnerabilidad en su voz. —Se está haciendo tarde y la lluvia no hace más que empeorar. No es seguro conducir en estas condiciones. Si no te importa, puedes quedarte aquí, en la habitación de invitados.
Brian se quedó paralizado, como si estuviera procesando su oferta, antes de asentir con entusiasmo. Su voz, normalmente tan serena, temblaba ligeramente. —De acuerdo.
Esa noche, Brian durmió profundamente, con el tipo de sueño reparador que le había sido imposible durante años. La tranquila comodidad de estar en un lugar familiar le permitió relajarse y se encontró sumergiéndose en el sueño más tranquilo que había tenido en mucho tiempo.
Durante los meses siguientes, sus vidas parecieron entrelazarse de forma natural. Cuando algo comienza, a menudo tiene una continuación, y así fue con su creciente vínculo. El afecto de Dora por él no hizo más que profundizarse, y el corazón de Rachel se ablandó con cada día que pasaba. Brian se encontró pasando más noches con ellas y, poco a poco, se convirtió en algo habitual que estuviera allí incluso antes de que Rachel llegara a casa, preparando la cena y acomodándose como parte de su rutina.
Un viernes, una reunión de última hora hizo que Rachel se quedara hasta tarde en la oficina. Cuando llegó a casa, Brian ya había acostado a Dora. Normalmente, a esa hora, Brian le habría dejado algo de cenar en la mesa, junto con una nota recordándole que descansara y se cuidara. Pero esa noche no encontró nada. La ausencia de su gesto habitual la tomó por sorpresa y, por razones que no podía explicar, una sutil decepción se apoderó de su corazón.
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