El requiem de un corazón roto - Capítulo 910
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 910:
🍙🍙 🍙 🍙 🍙
Una tarde, cuando Dora tuvo fiebre alta, Rachel se puso muy nerviosa. Llamó a Brian inmediatamente y, sin dudarlo, él canceló todas sus citas, reorganizó su día y se apresuró a ir a verlas. Cuando llegó, la fiebre de Dora había subido mucho y Rachel la sostenía en sus brazos, abrumada por la preocupación.
Aunque Dora había tenido fiebre antes, esta era diferente: más fuerte y persistente. La medicina tenía poco efecto y Dora parecía perder toda su energía, quedando débil y apática.
Cuando Brian entró en la habitación, su presencia llamó inmediatamente la atención de Dora. Ella extendió los brazos hacia él con una necesidad inexpresable.
Sin perder un instante, Brian cogió a Dora en brazos y la acunó con la ternura y el cuidado de un padre que movería cielo y tierra por su hija. Sus manos tranquilas y firmes los tranquilizaron a ambos mientras la llevaba rápidamente al hospital.
Resultó que Dora tenía una infección viral, más grave de lo que se pensaba inicialmente. Permaneció en el hospital durante cinco días, mejorando gradualmente, hasta que al sexto día la fiebre remitió y su salud comenzó a estabilizarse.
Rachel, preocupada por el riesgo de otras infecciones en el hospital, se preparó para llevar a Dora a casa de inmediato. En el pasado, ella habría sido la encargada de llevar a Dora a casa y cuidarla, pero ahora, a medida que la pequeña crecía, su apego por su padre se había profundizado. Justo cuando Rachel estaba a punto de sacar a Dora del coche, la niña negó con la cabeza y, sin previo aviso, saltó a los brazos de Brian. «Papá, quiero a papá. Mamá, quiero a papá».
«Con nosotros», dijo, rodeándolo con sus pequeños brazos como si no fuera a soltarlo.
Rachel extendió los brazos hacia Dora, con voz suave pero firme. «Dora, sé buena. Ven a casa con mamá y yo te cuidaré».
Pero Dora se negó, sacudiendo la cabeza. «No, quiero a papá». Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos y, en poco tiempo, estaba llorando con fuerza, con la carita empapada en lágrimas mientras gemía angustiada.
𝒟𝒾𝓈𝒻𝓇𝓊𝓉𝒶 𝓂á𝓈 𝑒𝓃 ɴσνє𝓁α𝓼4ƒα𝓷.c𝓸𝓶
A Rachel se le partió el corazón al verla, pero se mostró severa. —Cariño, escúchame. Siempre vienes a casa conmigo. ¿Por qué esta vez es diferente? ¿Por qué quieres a papá?
La pregunta pareció sumir a Dora aún más en su dolor. Sus llantos se hicieron más fuertes, más frenéticos, y su rostro se sonrojó por la emoción. Su respiración se volvió entrecortada y, pronto, una violenta tos sacudió su pequeño cuerpo, agravando su angustia. A Rachel le dolía el corazón al verla, y sus propios sentimientos de culpa y tristeza surgieron en oleadas.
Dora se secó el rostro bañado en lágrimas, con voz débil y llena de tristeza. «Mamá, ¿por qué los otros niños tienen a sus dos padres en casa y yo solo te tengo a ti? Te quiero, mamá, y también quiero a papá. Solo quiero estar con vosotros dos. ¿Por qué no puedo teneros a los dos?». Las palabras salieron entre sollozos, y ella lloró, con su pequeño cuerpo sacudido por la emoción.
Rachel se dio la vuelta y las lágrimas cayeron silenciosamente mientras absorbía el peso del dolor de su hija. Nunca se había dado cuenta del todo de lo que le había quitado a su hija sin querer.
Tras una breve pausa, se secó los ojos y, respirando hondo, se volvió hacia Dora. «Está bien, cariño. Puedes quedarte con tu papá».
.
.
.