El requiem de un corazón roto - Capítulo 909
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Capítulo 909:
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Por la mañana, Brian fue a completar el registro del nacimiento de su bebé. Cuando estaba a punto de regresar a la habitación, escuchó una conversación que lo hizo detenerse en seco.
—Rachel, ahora que Brian y tú tenéis un hijo, ¿habéis pensado en casaros? —La voz de Yvonne era suave, inquisitiva.
«No», respondió Rachel con firmeza, sin ceder. «El matrimonio no es algo que esté contemplando. Se lo dejé claro antes de que naciera el bebé: solo somos los padres de este niño. Nada más».
Yvonne suspiró profundamente, con un tono de resignación en la voz. No insistió más en el tema.
Brian permanecía inmóvil junto a la puerta, con la mano en el pomo. El pecho se le encogió con el peso de las palabras de Rachel. Lo entendía, aunque le doliera. Si ella no estaba preparada, no había nada que él pudiera hacer para cambiarlo.
Soltó el pomo y se dio la vuelta, entrando en el pasillo. Cuando fue a coger un cigarrillo, dudó. Echó un vistazo hacia la habitación donde yacía su hija recién nacida y volvió a guardar el cigarrillo. Desde que Rachel se había quedado embarazada, había intentado dejar de fumar, y solo lo hacía de vez en cuando, en momentos de estrés intenso, normalmente a altas horas de la noche.
Antes de que Brian pudiera sumirse en sus pensamientos, su teléfono sonó, rompiendo el silencio. Era Ronald, con la voz llena de emoción. —Lo tengo todo preparado para la propuesta: las flores, los anillos, la decoración. Solo tienes que traer a Rachel.
Brian levantó la mirada y se presionó las sienes con los dedos, tratando de calmar la tormenta de pensamientos que se agolpaban en su mente. —No hace falta —dijo con voz firme pero decidida.
Ronald, tomado por sorpresa, hizo una pausa antes de responder, sin estar seguro de haberlo oído bien. —Pero tú…
—He dicho que no —lo interrumpió Brian con firmeza—. No voy a pedirle matrimonio. —Y con eso, colgó bruscamente. Si Rachel no estaba preparada, ¿cómo iba a añadir más peso a su carga?
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Durante los tres años siguientes, Brian y Rachel asumieron sus roles como padres de Dora. Mientras Rachel vivía con su hija, Brian se quedó en su propia casa, pero fue una presencia constante en sus vidas, visitándolas con regularidad y desempeñando un papel fundamental en la crianza de Dora.
Esos tres años pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Brian se convirtió en el arquetipo del padre dedicado. Todos los momentos importantes de la vida de Dora estuvieron marcados por su participación: su primera palabra, sus primeros pasos y el momento en que lo llamó «papá» por primera vez. La quería con todo su corazón y se aseguraba de que, aparte del trabajo, todo su tiempo lo dedicara a ella y a su madre.
Durante todos esos años, Brian nunca se perdió un cumpleaños, ni el de Dora ni el de Rachel. Dora, que había nacido prematura y era frágil, era propensa a enfermar. Sin embargo, independientemente de la hora o la situación, Brian siempre estaba a su lado. Su presencia, serena y firme, proporcionaba a Rachel el apoyo y la tranquilidad que necesitaba. Cada vez que Dora enfermaba, una simple llamada a Brian parecía arreglarlo todo.
Para Rachel, a menudo era como si una voz tranquila dentro de ella le susurrara: «Mientras Brian esté aquí, nada es un problema». Y, de hecho, esto se había demostrado una y otra vez.
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