El requiem de un corazón roto - Capítulo 892
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Capítulo 892:
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Rachel ya no sentía la amargura que alguna vez había sentido hacia Brian. No había ira, ni resentimiento.
Pero cuando se trataba de amarlo o vivir con él… simplemente no podía. No todas las heridas sanarían por completo, y algunas cicatrices permanecerían con ella para siempre. Su corazón se había endurecido hacía mucho tiempo. Había perdido la capacidad de amar, y Brian no debía perder su tiempo con ella.
«Ahora solo somos compañeros de trabajo. Es el segundo año del contrato de tres años y, cuando termine, dejaré la empresa. En cuanto a ti, Lizzie, has madurado mucho en los últimos dos años. Ya no necesitas que te proteja. Ahora eres fuerte por ti misma. Así que, cuando termine este periodo de tres años, pienso seguir mis sueños y, por fin, vivir para mí misma».
Ya sabía qué camino quería seguir. Solo estaba esperando a que terminara el contrato.
Pasara lo que pasara, como Brian había salvado al Grupo Vance, ella respetaría el acuerdo.
Un año no era ni demasiado largo ni demasiado corto.
En el tercer aniversario de la muerte de Allan, el acuerdo de tres años de Rachel con Brian estaba a punto de terminar, solo quedaba poco más de un mes.
Ese día, acababa de regresar del extranjero tras concluir un importante proyecto.
El cliente había sido muy difícil de manejar, pero después de todo el tiempo que había pasado trabajando con Brian, había aprendido los trucos del oficio. Tenía la experiencia necesaria para que todo funcionara a la perfección, a pesar de las dificultades.
En un principio, Rachel había planeado regresar el día antes del aniversario.
Sin embargo, el cliente había pospuesto la reunión en el último momento. Tras varias rondas de tensas negociaciones que parecían no llevar a ninguna parte, todo el acuerdo se retrasó mucho más de lo previsto.
En cuanto se firmó y cerró el contrato, Rachel empezó rápidamente a hacer las maletas.
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Miró su teléfono y, gracias a la diferencia horaria, se dio cuenta de que aún tenía tiempo suficiente para coger un vuelo de vuelta a casa al día siguiente.
Sin embargo, cuando fue a reservar el billete, descubrió que no había vuelos disponibles en las próximas horas.
A pesar del contratiempo, no estaba dispuesta a rendirse todavía.
Hizo las maletas y empezó a prepararse para ir al aeropuerto de todos modos.
El día ya había sido largo y agotador, lleno de reuniones, y ahora, fuera, había empezado a lloviznar.
No le apetecía volver a subir a por un paraguas, así que se cubrió la cabeza con el bolso y se dispuso a llamar a un taxi.
Justo cuando estaba a punto de salir, sintió que alguien le agarraba la muñeca.
Una presencia cálida y reconfortante la rodeó.
—Voy contigo —dijo Brian, sosteniendo un largo paraguas negro sobre sus cabezas.
Rachel lo miró, frunciendo ligeramente el ceño. —¿Sabes siquiera adónde voy?
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