El requiem de un corazón roto - Capítulo 886
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Capítulo 886:
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Brian le había prometido que le enseñaría todo lo que sabía sobre los negocios y, fiel a su palabra, así lo hizo. Con el tiempo, su relación laboral se estabilizó. Ambos se beneficiaban del acuerdo, pero sus conversaciones nunca traspasaban los límites del trabajo.
Así, sin darse cuenta, pasaron dos años.
Durante esos años, muchos hombres se interesaron por Rachel, pero ella los rechazó a todos sin dudarlo.
Por otro lado, Debby le había presentado innumerables candidatas a Brian, con la esperanza de que finalmente conociera a alguien nuevo. Pero él nunca accedió a una sola cita. Mientras tanto, Lizzie crecía a un ritmo asombroso. Con la ayuda de los expertos que Brian le había proporcionado, rápidamente encontró su propio lugar en el mundo de los negocios y, una vez que lo hizo, nada pudo detenerla.
La que antes parecía una joven delicada era ahora una mujer completamente transformada. Dos años en el mundo de los negocios la habían remodelado por completo.
Su presencia había cambiado. Su forma de comportarse, de tratar a las personas y de manejar las situaciones… todo denotaba madurez, autoridad tranquila y confianza en sí misma.
Rachel apenas podía contener su alegría al ver la transformación de Lizzie.
Estaba más que encantada.
Y muy pronto llegó el momento de otra celebración: el cumpleaños de Rachel. Era viernes. Como de costumbre, Rachel estaba ocupada con el trabajo hasta bien pasadas las cuatro de la tarde.
Quedaban apenas diez minutos para el final oficial de la jornada laboral.
Al ver a Rachel todavía inmersa en sus tareas, Ronald, siempre atento, le dijo: «Hoy es tu cumpleaños. Deberías salir temprano. Yo me encargo del resto».
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Rachel levantó la vista de sus papeles y sonrió educadamente. «No, todos tenemos que cumplir la política de la empresa. La empresa no es solo mía para hacer excepciones. No tengo autoridad para faltar al trabajo».
Al oír eso, Ronald sintió un sutil dolor en el corazón.
Llevaba muchos años al lado de Brian. Sabía, quizás mejor que nadie, lo mucho que Brian quería a Rachel. Ese profundo afecto nunca se había expresado con palabras, sino solo a través de pequeños gestos de cariño, casi imperceptibles. Ronald entendía que Brian temía que su afecto pudiera alejar a Rachel, por lo que solo podía vigilarla en silencio, ofreciéndole su cariño de formas que ella no notara.
Rachel dejó el vaso de agua y apartó cualquier pensamiento superfluo. Recogió sus cosas y se dirigió al despacho de Brian para entregarle el informe final del día.
Cuando terminó de hablar, eran exactamente las cinco en punto.
Cerró rápidamente la carpeta que tenía delante y dijo: «Si no hay nada más, me voy».
«De acuerdo», respondió Brian.
Ella asintió con cortesía y profesionalidad y se dio la vuelta para marcharse.
Pero justo cuando llegaba a la puerta, su voz grave la llamó y la detuvo.
Ella se volvió con una sonrisa cortés y preguntó: «¿Necesita algo más?».
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