El requiem de un corazón roto - Capítulo 879
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Capítulo 879:
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No fue hasta que todos se habían marchado que Rachel finalmente se quedó sola ante la lápida.
Sosteniendo un paraguas, se acercó lentamente, con una leve sonrisa en los labios.
«Allan, he venido a despedirme. Ahora he aprendido a cuidar de mí misma, así que no tienes que preocuparte. Viviré mi vida al máximo, por ti».
En ese momento, una voz rompió el silencio. Alguien con un paraguas se acercó.
Rachel no necesitó levantar la vista para saber exactamente quién era.
«Sabía que vendrías».
Brenda apretó con fuerza el mango del paraguas. «Sí, no importa dónde esté, siempre volveré, Allan. Sé que no te gustaba que viniera hasta aquí, pero ¿cómo no iba a estar aquí por ti?».
Brenda se arrodilló en el suelo, olvidándose del paraguas, y se quedó en silencio frente a la tumba de Allan.
Esa noche, las dos mujeres se quedaron junto a la tumba, diciendo todas las palabras que habían guardado en su interior.
Al amanecer, se despidieron y se separaron, cada una volviendo a su propio camino.
Rachel finalmente comprendió que, al final, todo el mundo tiene que decir adiós, sin importar cuánto tiempo hayan pasado juntos.
Con la muerte de Allan, su negocio se vio sumido en su mayor crisis hasta la fecha.
Mientras él vivía, la junta directiva había tolerado a Lizzie, a pesar de su resentimiento hacia una mujer joven al mando, porque era su hermana. Se quejaban en privado, pero nunca se atrevieron a hablar en su contra abiertamente.
Pero con Allan fuera, las cosas cambiaron rápidamente. Todos dirigieron su atención hacia Lizzie.
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«¿Una jovencita, recién salida de la escuela, cree que puede ser nuestra líder? ¡Es ridículo!».
«He oído que lleva años ciega y que solo hace poco que aprendió a leer. ¿Y ahora se cree que puede mandarnos?».
«¡Ahora que Allan se ha ido, no es nadie!».
Los rumores se extendieron rápidamente por la empresa y, en poco tiempo, Lizzie se vio casi aislada. Siempre había vivido protegida, nunca había sufrido un trato tan duro, por lo que no era de extrañar que le costara tanto sobrellevar la situación.
Rachel entendía que Lizzie pudiera rendirse, pero ella no podía.
La empresa era el legado de Allan, y Rachel no podía permitir que se desmoronara.
Pero nunca imaginó que los rumores se extenderían tan rápido y con tanta fuerza. Con la enfermedad de Lizzie en el punto de mira, la junta directiva se volvió más audaz, y algunos incluso pidieron cambiar el nombre de Vance Group.
A pesar de su enfado, Rachel mantuvo la compostura y le dijo con calma a Alban: «Informa a todos los miembros del consejo. Mañana por la mañana a las nueve habrá una reunión».
«Yo me encargo».
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