El requiem de un corazón roto - Capítulo 867
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Capítulo 867:
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La expresión de Alban era grave. «No te está mintiendo».
El mundo de Lizzie pareció desmoronarse, la verdad la golpeó como un golpe brutal y devastador.
Si no fuera por la forma en que Rachel lo había dicho, si no fuera por la tensión que se respiraba en el aire, nunca lo habría creído.
Sacudiendo la cabeza, empujó la silla hacia atrás y se puso de pie bruscamente, llevándose las manos a los oídos. Retrocedió tambaleándose, paso a paso, como si pudiera escapar de la realidad que la rodeaba.
«No… no, me estás mintiendo. Tienes que estar mintiendo. ¡No quiero oír esto!». Se tambaleó hacia atrás hasta que sus talones golpearon la puerta. Perdió el equilibrio y se estrelló contra el suelo.
Un dolor agudo le recorrió la espalda por el impacto, pero actuó como si no sintiera nada. Su mente se negaba a aceptar las palabras que resonaban en sus oídos.
Cegada por el pánico, abrió la puerta de un tirón y salió corriendo como un torbellino.
El corazón de Rachel latía con fuerza. —Alban, ve tras ella. No la dejes sola.
—¿Pero qué hay del señor Vance?
Rachel no dudó. —Yo lo llevaré al médico. Es normal que Lizzie esté pasando por un mal momento. Quédate con ella y asegúrate de que está bien.
—Entendido.
Las piernas de Allan aún le respondían lo suficientemente bien como para caminar por su propio pie. En el hospital, describió con detalle el empeoramiento de sus síntomas y el médico le hizo un examen exhaustivo.
Mientras el médico hojeaba sus notas, su ceño se frunció aún más. Antes de que pudiera hablar, Allan lo interrumpió con voz firme. —No me lo endulce. Dígame la verdad.
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El médico dirigió la mirada hacia Rachel. —Señor Vance, ¿es usted su esposa?
«Sí, lo soy», respondió Rachel con voz firme e inquebrantable.
El médico suspiró. «Entonces seré directo. He estado vigilando su estado de cerca. Desde que se le diagnosticó, sus síntomas se mantuvieron leves durante mucho tiempo. Pero la ELA en adultos tiende a progresar rápidamente una vez que empieza a empeorar. Ya ha desarrollado debilidad en las manos. Es probable que la siguiente fase afecte a las piernas. Cuando eso ocurra, necesitará una silla de ruedas para desplazarse…».
Mientras salía del hospital, Rachel no podía dejar de pensar en las últimas palabras del médico. «Algunas personas pueden pasar de estar enfermas a fallecer en solo un mes, mientras que otras pueden aguantar dos o tres años. La mayoría suele durar unos meses».
Acababan de llegar al aparcamiento cuando llegó Alban, con Lizzie a su lado.
Al verlo, Lizzie corrió hacia Allan con el rostro bañado en lágrimas.
«Allan, ¡lo siento mucho! Te he complicado mucho las cosas. Pero a partir de ahora te lo prometo: no me separaré de ti. Siempre has sido tú quien me ha protegido. Esta vez, déjame ser yo quien te proteja, ¿vale?».
Su voz temblaba y sus ojos enrojecidos brillaban con lágrimas contenidas. Era evidente que llevaba mucho tiempo llorando.
Allan le dedicó una sonrisa cariñosa y le revolvió el pelo.
«No tienes por qué preocuparte por eso. Solo tengo un deseo: que te concentres en aprender a dirigir la empresa junto a Alban. Algún día, cuando yo ya no esté aquí, la empresa estará en tus manos. Pero hasta entonces, si alguna vez necesitas orientación, seguiré aquí para ayudarte».
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