El requiem de un corazón roto - Capítulo 855
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Capítulo 855:
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Ninguna luz parpadeaba en las ventanas, ningún signo de presencia.
«¡Rachel!» gritó Brian, su voz resonando en el aire vacío. Corrió hacia el interior, sus pasos rápidos y frenéticos mientras buscaba por todos los rincones del lugar.
Pero no había ni rastro de ella.
En ese momento, un peso frío se asentó en su pecho y su corazón se hundió en un pozo de desesperación. El pánico se apoderó de él, apretándole la garganta mientras asimilaba las palabras de Natalia.
Todos los lugares relacionados con Rachel habían sido registrados a fondo sin dejar rastro de ella.
Este lugar, la vieja casa, era su última esperanza.
Después de volver a registrar la casa, la desesperación de Brian aumentó, pero Rachel no aparecía por ninguna parte. Salió de la casa enloquecido, con la mente en blanco y la respiración entrecortada.
De sus labios escapaban jadeos rápidos y entrecortados. Empezó a preguntar a todo el que encontraba, con voz frenética y desquiciada.
La gente le miraba fijamente, algunos retrocedían pensando que estaba loco y se apartaban rápidamente.
Sin embargo, un anciano vio la desesperación en los ojos de Brian y le habló con amabilidad. «Este pueblo es pequeño. La mayoría son lugareños. Si apareciera un extraño, nos daríamos cuenta. Deberías enseñarle su foto».
Una chispa de claridad atravesó a Brian y, sin perder ni un segundo más, sacó su teléfono, desplazándose rápidamente hasta encontrar una foto nítida de Rachel.
A la tercera persona a la que se acercó, por fin tuvo un respiro.
«Oh, esa joven… sí, la recuerdo», dijo la mujer, frunciendo el ceño pensativa. «Pasó por aquí, fue a su antigua casa… luego se dirigió hacia el río. Después de eso, no creo haberla visto».
Las palabras golpearon a Brian como una ola helada. El río… ella había ido al río y luego había desaparecido.
Se le heló la sangre y una sensación de pavor invadió cada centímetro de su cuerpo. Corrió hacia el río, con pasos frenéticos, como si pudiera escapar de su propio miedo.
Cuando llegó a la orilla del río, los murmullos de una multitud llegaron a sus oídos. «¿Cómo ha podido una chica tan joven…?».
Brian se abrió paso entre los curiosos, con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, y se quedó inmóvil.
Allí, tendida junto al río, estaba Raquel, empapada, sin vida, una figura pálida bajo la luz mortecina.
La mente se le quedó en blanco, una oleada de mareo se abatió sobre él mientras la debilidad inundaba sus miembros. Avanzó a trompicones, con desesperación en cada paso, y la alcanzó, con la respiración entrecortada y agitada.
«Rachel…» Brian susurró su nombre, con la voz quebrada mientras la acunaba en sus brazos, sus dedos temblorosos rozando suavemente su rostro húmedo.
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